martes, 18 de diciembre de 2018
SER
No hay necesidad de saber que el cuerpo está formado por más de 100 billones de células y dejarse sorprender de lo maravilloso que es un ser humano y pensar al mismo tiempo que puede ser parte de la casualidad su existencia. No.
Todo esto me lleva a recapacitar que con un poco de sentido común nosotros los hombres deberíamos de sentirnos pésimos en cuanto cometemos un mal en contra de nosotros mismos. Yo, uno de ellos, cuando en mi ignorancia, insensibilidad he atentado al levantar falsos, perjurio, o sentido odio, resentimiento, deseos de venganza; es ir contra lo que es divino por el simple hecho de que son mis semejantes y seres unicos. Así como es la vida, debería ser venerada, respetada y llevada a lo más sagrado del bien, porque por ese bien, que es el amor, hemos sido creados.
Sin olvidar que somos seres perfectibles y no perfectos y por esto, estar siempre en la búsqueda de esa perfección.
Cómo poder hacer entender a aquél que asesina, secuestra y encuentra su propia perdición, porque no existe recompensa que calme su consciencia aunque sea en aquel instante divino al que absolutamente nadie escapa y que al agredir a un semejante si atenta contra todo un universo llamado vida; es por esto, si a alguien de los que se les facilita robar, engañar, defraudar, jugar mal a cambio de un placer pasajero, están atentando contra ellos mismos más de lo que pudieran imaginar, porque en el mejor de los casos es el arrepentimiento, pero en otros, es peor morir en vida sin un ápice de lo que nos caracteriza como seres supremos.
Me horroriza pensar el decidir en morir así, en acabar así, en dejar de luchar de vivir, vivir plenamente, dejándonos llevar por ejemplos de vida nada convenientes.
El mal es la ausencia del bien. Todos somos generadores del bien.
Ahora entiendo, quizá por la edad, por la experiencia que es maravilloso poder vivir y saber vivir con lo que uno tiene y no vivir por tener que tener lo que uno no puede tener; es un desgaste porque nos alejamos de los nuestros y de nosotros mismos. Es clara la diferencia en ser ambicioso a tener ambiciones, el tener ambiciones nos obliga a sacar lo mejor de cada uno para lograr nuestras metas y el ser ambicioso es desear lo del otro sin haber luchado, es llegar a un fin sin importar por quien pasamos y a quien perjudicamos.
Es tiempo aún de redirigir nuestro actuar con nosotros mismos para así ser generosos con los demás y darnos el mejor regalo; de que podemos darnos cuenta que nuestro poder es mayor cuando: amamos, perdonamos, regalamos, ayudamos, generamos, creamos, que cuando actuamos contrariamente.
Adolfo Delgadillo Padilla
EL VIEJO
Era necesario, urgente retirar las jergas de las habitaciones para que el abuelo no terminara limpiando el piso como ellas porque un día de estos se iba a caer pisandolas y resbalarse.
Dijo Eustacia, de la que era evidente que el abuelo Eusebio le importaba. El abuelo aunque se sabía de pies a cabeza el teje y maneje de esa casa y que podía andar a ciegas en ella, estamos de acuerdo que no tenía ojos en los pies y por lo tanto sus movimientos ya no eran tan ágiles como para darse el lujo de contar una de esas caídas.
Don Eusebio era un viejo muy querido y aunque era muy testarudo, sus nietos e hijos lo procuraban; esperanzas que lo vieran como un mueble.
-Abuelito, tómate tu medicina
-¡No y tres veces no! dejen de jorobar, la medicina a ustedes los tiene drogados.
Caminaba aletargado arreglaba esto, acomodaba lo otro; con el solo toque de su bastón le devolvía la luz a un foco que se había apagado cuando su familia lo creía fundido, removía la tierra de las plantas y recogía la basura con el mismo bastón.
Muchas veces sentados a la mesa Don Eusebio hacia gala de su sabiduría y les compartía su particular punto de vista a su prole, "Sean firmes en lo que yo les he inculcado, si es cierto que yo no tengo la verdad absoluta, pero es lo que me ha hecho vivir tanto, recuerden que el único pecado en esta vida es: no ser felices, el peor sentimiento que alguien te puede dejar es: la culpabilidad..." Y así día a día les demostraba su amor.
-Abuelito, eres todo para mí
-Y ustedes son lo único para mí, lo único que voy a dejar, son mi herencia- le respondió a Eustacia que siempre la dejaba con algo en que pensar mientras retiraba las jergas que pudieran cruzarse en el camino del abuelo.
Adolfo Delgadillo Padilla
FOGÓN DE PUEBLO
¡Gracioso ornamento! Susurraban las lenguas viperinas cuando me veían pasar del brazo de Jacinto, doctor del pueblo del cual muchas hubieran deseado ser el motivo de envidia. Pero no, fuí yo, la peor de todas, la que aprendió a defenderse de las palabras más crueles que uno pudiera soportar.
- ¡Pues no soy como imaginan, soy pior de lo que opinan!
Tragarme todo no podía y no pocas veces me agarraban en mis cinco segundos de tarugez y calladita me quedaba, ah pero cuando lúcida me enfrentaban en corto sabían que mis mejores golpes los daba con el hocico. ¡Perdón! Si, efectivamente tuve que aprender a ser arrabalera porque si no, no hubiera sobrevivido en este medio que yo no escogí para vivir, que más hubiera soñado, pero creo que muchas veces uno tiene que aprender a moverse en las aguas que le toca nadar.
Yo no era de "esas" acodadas en los marcos de una ventana ni como las "otras" prietas metidas a rubias a punta de tanto tinte, no, fui de "aquellas", si es que se puede decir aquellas porque creo que fui la única acosada por no tener citas espinadas resguardada por una nopalera; más bien fui de las ilusas que se dejaban ver con los novios aunque sólo durarán la vuelta al kiosko del jardín del pueblo porque no daba pie a los precoces pedimentos de irme a espinar con tal de que mis noviazgos fueran más duraderos.
Oídos sordos tenía Jacinto a lo que él llamaba envidia por llevar a su lado a aquella que supo tundarse con hombres, al no tener nadie que la defendiera. También el fué causa de la ley de hielo de gente que lo querían de yerno al haberse fijado en esa pelafustana que era yo, la que pensaba que no tenía porque ocultar lo que hacía, me vieron con tantos novios como mi soledad deseaba, y, de allí mi fama.
Siempre he pensado que uno debe guardarse algo para si y no contar todo lo que sólo a lo más íntimo de nuestro ser le pertenece. Si, deseaba irme a espinar, sentir el dolor de la clandestinidad y regresar satisfecha como regresaban todas aquellas de abandonar la carne en las pencas y que, por no hacer lo que ellas, me señalaron; y ahora que lo pienso, aparte de envidia por mi muy certera decisión, les incomodaba el no saberme vulnerable como ellas. Por eso su mofa de quererme enlodar como un objeto "Gracioso ornamento" sin lograr incomodar en lo mínimo a Jacinto, del que aprendí a ser realmente su gracioso ornamento.
Si, yo soy aquella descarada que se mostró a todos, la que dió de comer a las hambrientas, alguien les tenía que dar de comer, la que generosamente por su tan sin malicia se expuso y aquella que no hubo de abandonar las carnes en las pencas.
Adolfo Delgadillo Padilla
HIJOS
No puedo desaparecer tantito porque me andan buscando cuando en ustedes estoy.
¿Me extarñan tanto? No quiten mi fotografía de la pared, ponganla y hablen de mi, de lo mucho que les enseñé y aprendieron.
Uno no se puede ir en paz pensando que no hice bien mi trabajo: porque mi labor fue dejar hijos si, con sentimientos, que sientan mi partida, pero que al mismo tiempo estén fortalecidos de enfrentar la vida, que sepan que nada es para siempre, ni mi ausencia.
Así que a disfrutar, llorar, ayudar y ver para adelante; que mi presencia les refresque la memoria que ahí les dejé, no para arreglarle la vida al otro, pero si para apoyarlo, hacerlo sentir que provienen de una madre que te educó para que sean unidos. Compartan, que nada se van a llevar.
No me he ido, ni me he adelantado, pensar así es pensar que nunca estuve o los abandoné; estoy en los principios que les infundí, los cimientos, la moral, educación y en las nalgadas que les puse por por no ser disciplinados, pero por amor. Ya que ahora ya no hay niños educados como los eduqué a ustedes.
Platiquen conmigo, si, ya no les escucho ni les veo, gracias a Dios donde estoy no hay necesidad de esas cosas (celular, face, WhatsApp) que le hacen a uno perder el tiempo y por confort nos alejan cada vez más de los nuestros.
Pero, ¡porque siempre seré tu madre! encontrarán una respuesta allí donde les enseñé que está lo más sagrado de uno, Dios, en ustedes estoy.
Den gracias a Él que útil son, que manos tienen, ojos para ver todo un mundo de posibilidades y no se estanquen.
Sean visible al mundo y aprenda lo bueno de mí, no lo malo, si, porque fuí humana, una super humana que tuvo el poder de saber sus limitaciones.
No deseo que sus hijos y hermanos tengan doble duelo al irseles ustedes aparte de mí. Me fuí yo, no ustedes, no representen un doble duelo a su familia.
Ábranse a la vida, es toda suya, recuérdenme, rían, lloren, que de felicidad se llora y se muere de risa.
Yo, agradecida de tener unos hijos trabajadores que supieron decir también no y de ser buenos conmigo. Porque aunque duele, les dejé ir para que formarán su familia, les dí mi bendición. Y esa es la mayor libertad que les dí. El mayor regalo.
Los AMO.
Adolfo Delgadillo Padilla
jueves, 22 de noviembre de 2018
ARREPENTIDO
Me peleé por la cama con mi hermano, ahora duermo solo.
Me peleé la pelota con mi amigo, ahora tengo la pelota pero no con quién jugar.
Me peleé el puesto de trabajo, ahora tengo puesto y no tengo tiempo.
Me peleé por dinero, ahora con tarjetas de crédito viajo.
Me peleé por partidos políticos, ahora los veo haciendo coaliciones.
Me peleé por el amor de mi vida, ahora ni su nombre recordé.
Me peleé por no querer compartir, ahora nadie quiere compartir conmigo.
Me peleé por comida, ahora me falta con quién brindar.
Me peleé por esperar a unos, ahora los otros ya no están.
Me peleé por hacer dinero, ahora no sé qué hacer con el.
Me peleé por la juventud, se me olvidó pelearme por la sabiduría.
Me peleé con la vida... nadie le gana a la vida.
Me peleé con la soberbia, ahora con el espejo discuto.
Me peleé con el perdón, ahora que es tarde lo pido.
Me peleé por tonterías, ahora ni con quién hacerlas tengo.
Me peleé con la muerte y se me adelantó.
Me peleé tanto que ahora ni fuerzas tengo para mirar este segundo de vida que me queda.
Adolfo Delgadillo Padilla
miércoles, 31 de octubre de 2018
PEDERASTIA
No es mi intención abrir debate, pero así como crucifican a toda una institución por los contados y quizá por aquellos que no han sido descubiertos, sacerdotes pederastas; así deseo también que, por los pocos que nos atrevemos a contar quizá por miedo a ser atacados, porque ahora resulta que el defender la verdad es un delito. Yo viví mi niñez rodeado de sacerdotes cuando fui monaguillo, desde los 6 años a los 18 y siempre ví cariño, consejo, regaños, que mucha falta hacen en la ausencia paterna; fuí guiado, querido, respetado para ser un hombre de bien. Así como se hace una marabunta por los menos, así se guarde uno de opinar y hacer juicios por mi testimonio en contra de otros muchos, que son los más, como dicen por ahí, habemos más gente buena que mala.
Estoy de acuerdo que a toda la gente que no se ha conducido éticamente se le castigue, pero cuidado de caer en fanatismos y falsos jueces al señalar sin conocimiento de causa a algún inocente porque habremos o estaremos perdiendo a gente y seres humanos muy valiosos.
Como muestra basta un botón, la ola de linchamientos, sabe Dios si han sido con razón o sin ella, aclarando que nadie tiene el derecho de tomar justicia por su propia mano, bueno, depende si se trata en defensa propia, pero a esto no se le llama justicia por la propia mano, se le nombra, efectivamente, defensa propia. No caigamos en estos tiempos aprovechando y, agregaría "desaprovechando" las redes sociales que muy lejos de ayudarnos nos están destruyendo, ya que las usamos indiscriminadamente y sin tener ni buscar información fidedigna.
Retomo, las peores armas las cargamos en nosotros mismos: la lengua, el dedo que señala y nuestra ociosidad de mente.
Gracias a estas armas nos han dividido en nuestras creencias, valores y confianza en nosotros mismos.
La humildad de aceptar que nos hemos equivocado es el primer paso a no cerrarnos para continuar ser más honestos con nosotros mismos.
Adolfo Delgadillo Padilla
LA VIDA
En el silencio gracias te doy mi Dios, en la observación agradecido estoy, en las penas entiendo que fortalecido saldré aunque muchas veces me resista siempre te amaré, en paz. Gracias.
POEMA
Qué fuera de los poemas si no hubiera cosas tristes. Qué fuera de ellos si mañana no tuviera nada que ponerme o a quién amar, qué de ellos si todo fuera miel sobre hojuelas; se quedarían sin voz.
Pero hay tantas cosas que me preocupan: la salud misma, la violencia en mi país, los migrantes, el amigo que por poco dinero me cambió, la ignorancia y que nos traten como ignorantes. El poema se alimenta no solo de tristeza, también se crea del amor, de ese que te llena, del que se fue sin decir un adiós, de aquel que te agredió, o el otro que está esperando por ti y tú no le puedes corresponder.
El poema no es, al poema lo haces y después es. El poema parece voluble porque hoy dice que te quiere y mañana no, ahora habla de la rosa y al rato de un cañón, te habla de justicia como te puede gritar injusticia. Tiene esperanza y desesperanza, tiene frío y calor. El poema te mira con los ojos, con el corazón y la razón y con una frialdad que hiela y rompe cualquier cosa que pueda yo sentir.
En un poema me encuentro yo, me hallo, lo leo y encuentro respuestas y otras, me deja así, vacío, sin ganas de explorar, me llena, y también me vacía toda esa madeja de inquietudes, le pregunto y me contesta y sin preguntarle me responde. Deja que lo escriba, él se escribe solo y en la realidad es otro porque lo que dice es, no es lo que dice y todo lo que dice resulta ser.
Se calla o como merolico anda y yo me pregunto. ¿El poema es Dios?
Adolfo Delgadillo Padilla
martes, 4 de septiembre de 2018
EL TINTERO
El tintero peligra, peligra la hoja y su espera de ser habitada.
Peligra la voz callada plasmada muchas veces en mis sueños, almohada.
Y después desea ser escuchada, en silencio, en tu concentración.
Y mucho que le agrada ser herida hasta quedar hastiada de haber sido entendida.
No peligraría tanto si el saber supiera compartir a quien es.
El tintero peligra, por pereza, por miedo y por envidia.
Sustraer su sangre negra para dejar blancos poemas.
Son ideas que si no quedarán grabadas como el plovo volarán al olvido.
En la posteridad gratificantes y ávidos curiosos agradecerán.
Todo destino es el olvido, pues que ecos perduren quizá.
Exprimir al tintero para alimentar la vanidad de llenar un papiro...
O la inteligencia vaciar para el efecto mismo, grabar.
El tintero peligra y la pluma se va.
Adolfo Delgadillo Padilla
DULCE ESPERA
Y yo aquí, tan a tus órdenes,
sufro por querer no separarme de ti.
¿Qué me das que gozó y por quien lloro espero?
Yo no pienso si por ti no pienso en otra cosa que en un aliento.
Ya basta de este aliento que poco tiempo para vivir queda.
Si he de vivir ahogado entre tinieblas ¿Por qué luz tengo en tu presencia?
Más me valiera ser nombrado loco que en justo juicio me creyera.
Qué cese esta lánguida prueba si de esto entender un breve gozo.
Las promesas no me sirven de consuelo cuando aún en vos yo creo.
Muera la esperanza por quien muero en lágrimas te espero.
No puede haber más necedad que el amor por ti yo siento.
¡Calla insensato pensamiento! Ve el lugar en que me tienes.
Pecado es morir por quien tanto deseo vivir.
Lágrimas de mi pluma secas encienden a la hoja inerte,
Perderte por desear tenerte, hiero a mi pluma y verte.
¡Ya no más! Dame vida aunque ni una mirada tenga.
De esos ojos tan ingratos una luz yo pida. ¡Piedad!
Que aunque esquiva yo fiel tu nombre escriba.
Y yo aquí, por hallarte muero por vivir en tu regazo creo.
Adolfo Delgadillo Padilla
SÓLO POR OPINAR
No es mi intención abrir debate, pero así como crucifican a toda una institución por los contados y quizá por aquellos que no han sido descubiertos, sacerdotes pederastas; así deseo también que, por los pocos que nos atrevemos a contar quizá por miedo a ser atacados, porque ahora resulta que el defender la verdad es un delito. Yo viví mi niñez rodeado de sacerdotes cuando fui monaguillo, desde los 6 años a los 18 y siempre ví cariño, consejo, regaños, que mucha falta hacen en la ausencia paterna; fuí guiado, querido, respetado para ser un hombre de bien. Así como se hace una marabunta por los menos, así se guarde uno de opinar y hacer juicios por mi testimonio en contra de otros muchos, que son los más, como dicen por ahí, habemos más gente buena que mala.
Estoy de acuerdo que a toda la gente que no se ha conducido éticamente se le castigue, pero cuidado de caer en fanatismos y falsos jueces al señalar sin conocimiento de causa a algún inocente porque habremos o estaremos perdiendo a gente y seres humanos muy valiosos.
Como muestra basta un botón, la ola de linchamientos, sabe Dios si han sido con razón o sin ella, aclarando que nadie tiene el derecho de tomar justicia por su propia mano, bueno, depende si se trata en defensa propia, pero a esto no se le llama justicia por la propia mano, se le nombra, efectivamente, defensa propia. No caigamos en estos tiempos aprovechando y, agregaría "desaprovechando" las redes sociales que muy lejos de ayudarnos nos están destruyendo, ya que las usamos indiscriminadamente y sin tener ni buscar información fidedigna.
Retomo, las peores armas las cargamos en nosotros mismos: la lengua, el dedo que señala y nuestra ociosidad de mente.
Gracias a estas armas nos han dividido en nuestras creencias, valores y confianza en nosotros mismos.
La humildad de aceptar que nos hemos equivocado es el primer paso a no cerrarnos para continuar ser más honestos con nosotros mismos.
Adolfo Delgadillo Padilla
EL CAMINO DE PAPAS NEGRAS
Pasear por un camino de papas negras húmedas en medio de una vegetación exhuberante adornado con flor de lavanda, que lo encierran a uno, cobijan y aíslan de una rutina caótica, llamada ciudad. Aspirar profundamente la humedad que huele diferente en cada hoja, en la lavanda, en el camino de papas negras, en la madera de los árboles, en la tierra y en el granero que acabo de pasar y que se confunde con la leña de las chimeneas de las casas, las cuales están distantes y respetando su espacio una de la otra.
Su puente de piedra y al fondo acantilados que permiten visualizar un azul infinito y distinto del cielo del que cuelgan figuras como si fueran palomitas de maíz, el mar las distorsiona queriendolas borrar por su inquietante personalidad de querer arribar en ese pueblo placido y desconocido, pero ya no para mí.
Entro a la posada y me dirijo a mi habitación que invita a la sencillez de la vida pero que promete una rica experiencia, en el buró con una lámpara de gas pongo el libro que he postergado por más de dos años, con esta tranquilidad, a la luz de la lámpara y de luz de la luna que asoma en la ventana, pienso concluirlo. La habitación es fría, pero acogedora, bien equipada con colchas de lana y con un té con crema que pienso acompañar mi descanso.
La sencillez de sus costumbres, la banca de madera que permite sentir a veces una brisa fresca del mar, invita con imaginación a cambiar el paisaje cuando me abandono al pasatiempo mejor hecho por mi, cerrar los ojos y perderme en la voragine de aromas y susurros de este lugar.
Abrí los ojos y frente a mí una niña con mandil de muñequita me preguntó: -¿Cómo te llamas?
-Natalia ¿Y tú?
-Valeria ¿Tienes novio? Vaya que me despabiló su inocente pregunta y sólo pude responderle-No, ¿Por qué?
-Porque yo te puedo conseguir uno aquí, no pude más que sonreírle, le dí la mano y un beso en sus cabellos rojizos encendidos por el ocaso del día.
A la mañana siguiente me despertó las campanillas de las vacas ¡Qué delicioso despertar! me asomé a la ventana y un hombre joven con el sombrero en mano me saluda levantando la mirada y siguió con su labor de llevar a las vacas al establo despues de pastar. Ciertamente el olor a pan recién horneado con un toque de manzana y la figura del gentil hombre que respetuosamente me saludó, abrió mi apetito.
Las caminatas, los asados de berengena y cordero, la hora del té, las líneas brumosas de las olas que rompían sobre las rocas dibujadas apenas por la tenue luz indigo que el mar reflejaba por la noche y... Si, la inesperada amistad del papá de Valeria que acompañó mis recorridos a la playa que por poco me estaban haciendo olvidar que tenía que regresar a la rutina del trabajo de una pujante ciudad. No tenía opción, mi opción fue ésta, vivir al máximo mis días de asueto a un lugar que nadie hubiera podido pensar en visitar, pero yo sí. El pueblo, llámalo como te gustaría que se llame, me encendió las ganas de volver, no a mi lugar de origen, sino de volver a vivir, de sentir con todos, valga redundancia, mis sentidos, la vida, la simplicidad con la que se me había olvidado vivir.
Llegué de mi viaje con una frescura en mi rostro, con un ramillete seco de lavanda entre las hojas del libro terminado de leer, con el sabor a campo, mar y el aliento de Gerard que perfumó mis arduas horas de trabajo y me dió fuerzas de esperar a volver a andar el camino de papas negras húmedas que llevan al acantilado y al mar.
Adolfo Delgadillo Padilla
LA MEJOR COMPAÑÍA
¿Cómo se vería tratar de rehacer una vida después de una tragedia? Me refiero si es personalmente bien visto o aceptado por uno mismo, no por los demás, aunque no estén excluidos de la pregunta; pasar de un capítulo triste a otro que nos pudiera parecer un farsa: con serpentinas, vino tinto, globos y alegría que borre con el baile de moda todo lo vivido.
Todos vemos la vida de diferente manera y la afrontamos de distintas formas, unos luchan por borrar a toda costa el trauma y otros son más cautelosos al asimilar la nueva realidad.
Emiliano, joven muy apuesto, soñador, con una sensibilidad que solo la poseen aquellos que son capaces de soportarla para no llevarla al suicidio. No se concebía como huérfano a pesar de serlo porque tenía el recuerdo de sus padres muy fresco y en sus muchos momentos de soledad charlaba con ellos como si estuvieran. Se sentaba a la mesa o recostado en la cama, reproducía pláticas amenas que se prolongaban hasta que las luces cansadas centellaban en la noche y deseaban descansar.
-Emiliano, darán una fiesta en casa de los Flores. -Muchas gracias, pero debo concluir algunos pendientes que están retrasados. Esas reuniones donde pareciera que nada había pasado, con comida maratónica, carcajadas, derroche de elegancia ajenas a la austeridad apenas pasada ¡Santo cielo! rubias teñidas con saña como sacadas de Televisa, donde hay más rubias que en Escandinavia, ¡No, no, no! Era más de lo que podía soportar.
Para Emiliano el trance debía ser más tomado con calma, toda la violencia que había experimentado su país, la escasez, la indiferencia, tenía que ser asimilada poco a poco y se había refugiado en la literatura que a sorpresa suya no fue causa de hurtos porque se había visto que no existían ladrones cultos.
Llegó al café que lo dividía una lluvia pertinaz con sus mesas de madera apolillada y en cada mesa una vela que intentaban sobrevivir al soplo del viento de esa tarde joven.
-Llegas a tiempo ¿Qué vas a pedir? -lo recibió Marian, que era un remanso en ese ajetreo falso de su sociedad. -Lo de siempre, queso, higos y pan embarrado con mantequilla, azucar y un café.
Abrieron los libros, los acariciaron, olían a pasado, a un futuro prometedor, a esperanza de comenzar a vivir con pausa, como se sorbe el café, poco a poco, sin prisas y disfrutando lo que un libro puede hacer para amortiguar las perdidas que a todos les tocó vivir.
Tristemente la indiferencia en muchos se enquistó y bien dicen: que peca más el que no hace nada por evitar el mal qué el que lo lleva a cabo.
Adolfo Delgadillo Padilla
Etiquetas:
adolfo delgadillo padilla,
coherencia,
Compañia,
engaño,
la mejor compañía,
lectura,
mentira,
sano,
soledad,
uno mismo
LIBERTAD
¡Hablen murales! no callen ni borren sus colores, que su libertad no sea sinónimo de barrotes que les impida gritar la verdad.
¡Hablen! Sean responsables de su palabra, no callen la injusticia que daño hace hasta aquellos que la cometen por conveniencia.
No se hagan amigos de tan baratas falsedades que es mejor morir por ideales costosos que vivir con un céntimo partido por miedo.
Que hablen los escribas y les sigan los poetas, que hagan de su arte lo que cuesta cuestionarse, que no se fien de ágiles discursos.
Arrebátenles las letras a aquellos habladores que encadenados nos tienen ignorantes.
¡Hablen! No se detengan.
Soplen, hagan que vuelen, que se dispersen sin que nadie las pueda detener hasta llegar a quien las lea y se escuchen las ideas.
Sean buenos entendidos de nobles intenciones y objetivos en identificar las traiciones de los que venden la verdad en cuadritos: falsedad.
¡Hablen murales, no callen poetas! El no, ganado lo tenemos y vamos por un sí de libertad ¡Hablen murales y tengan voz los pensamientos!
Adolfo Delgadillo Padilla
DOÑA CUQUIS
Me parece curioso que la muerte de un persona sea como un reloj de arena que nos recuerda que desde que nacemos comenzamos a morir y, si es así, ¿porque le tememos tanto a la muerte? ¿No sería mejor cambiar nuestra actitud y modo de ver la vida? Sí alguien nos hace una reflexión filosófica, algún día vamos a morir, porque no contestarles, si, pero los otros días no y, vivir la vida que con tanto trabajo nos hemos empeñado en buscarle conflictos en donde no los hay y cuando los hay nos ahogamos en un vaso de agua; se supone que ya deberíamos de estar entrenados a pelear con los problemas y vicisitudes que la vida nos presenta por tanta necedad de estar, reitero ver problemas donde no los hay.
Cuquita partió sin aspavientos, no le aviso a nadie y no acostubraba quejarse de nada, no, esperanzas que yo me esté midiendo con la comida, si me he de morir, me he de morir de algo y ni tiempo tengo de enfermarme ¡Qué va! Nadie va a venir a barrer mi casa ni a darme de comer, yo soy quien a paso lento voy al mercado, me decía. El marido la había dejado cuando ella, mujer chapada a la antigua, lo seguía amando, pero con dignidad, no lo buscó. Se la encontrará más chichona, pero más lechona, no.
Ella fue la primera que me dió la bienvenida al edificio de departamentos, echándome bronca y leyéndome las reglas del lugar, era escandalosa al hablar y por eso uno sentía que estaba regañando, no tenía pelos en la lengua, mi boca no paga renta, quizá porque sabía que ya no tenía que perder, lo que perdió la fortaleció y al saberse con una afección cardiaca, lo único que le quedaba hacer era ser la dueña y señora de su vida.
¿Qué pensaste? que me quedé callado cuando me dió tal recibimiento, claro que no, escuchó mi boca de la que salen mis mejores golpes y, desde ese momento me vio como su igual y de allí pal' real nuestra relación se hizo tan cordial como franca.
Un día me enseñó una foto de joven, ciertamente me sorprendió su belleza tan minada por el paso del tiempo. Un vecino le puso "Cuquita doña Pedos" por tener la facultad de señalar las cosas incorrectas que deberíamos de evitar para una sana convivencia en un condominio donde no faltan los que no pagan las cuotas y estar, lamentablemente, viviendo a expensas de los que si cumplíamos con las reglas.
¿Qué aprendí de mi vecina que vivía tan cerca de mi? A medir mi ímpetu, a ser tolerante, a deberle respeto a las personas y convivir con gente que ni de mi familia era, pero que al final la terminas viendo como tal, a ser más humilde viendo pasar los problemas del otro, las perdidas del vecino del departamento 2, las dificultades económicas de la vecina que a nadie saluda sin siquiera ponernos a pensar las batallas que todos y cada uno luchamos; le aprendí a callarme porque ella no lo hacía y a escucharla por toda su sabiduría que me empapó, ummh mira, te voy a decir como nos decía mi papá: ¿Qué hace en esa ventana rolléndole el culo a los vecinos? ¡métase a su casa a hacer algo de provecho!
Quizá alguien tome su lugar porque el que ella dejó no conviene que quede vacío, ya que esta unidad necesita gente como ella.
No sé preocupe Cuquita, haremos bulla, levantaremos la voz, y barreremos su lugar para que nuestro dolor sea menos y nuestra conciencia nos aleje de ese reloj de arena que nos recuerda que tarde qué temprano el último grano de arena no dejará de caer, pero mientras, vivir los otros días que no hemos de morir.
Adolfo Delgadillo Padilla
LEYENDA E HISTORIA SOBRE LA FUNDACIÓN DE MÉXICO TENOCHTITLAN
Huitzilopochtli, Dios de la guerra iba con su gente y hermana Malinali Xochitl, que era muy complicada y le gustaba meter discordia entre la gente, en busca de la tierra prometida. Al darse cuenta Huitziloopochtli de ésto decidió perderla y así evitar problemas.
Malinali Xochitl con el tiempo se casó con un señorio y tuvo un hijo al que le llamó Copill. Su madre Malinali le enquistó el odio hacia su tío Huitzilopochtli y, este cuando creció por órdenes de su madre lo mandó matar.
Un día Huitzilopochtli estaba en la cumbre del Peñón de los Baños, un volcán extinto, mirando el horizonte se percató de las intenciones de su sobrino y lo mandó matar.
La zona del Peñon de los Baños se llamaba Tepetzinco, donde se adoraba a Tlaloc, Dios del agua o de la lluvia; así como el Tepeyac donde se rendía culto a Tonan Tzin ( Nuestra Madrecita ). En Tepetzinco había un lago de agua sulfurosa que aún en nuestra época existe el manantial, pero se tiene hoy que extraer por medio de bomba, en los famosos Baños del Peñon.
Entonces, Huitzilopochtli manda a unos de sus guerreros y les ordena matarlo y que le lleven su corazón como muestra, al ejecutar la orden y llevarle el corazón les dice: Suban a lo más alto el Peñon de los Baños y avienten lejos su corazón y éste cayó en una penca de un nopal hacia el lago de Texcoco y de este nopal creció una tuna roja y exactamente ahí fue donde se posó el águila devorando a la serpiente.
El corazón de Copil es la tuna que nació del nopal y dió al nacimiento de la parte medular de esta historia de la fundación de Tenochtitlan.
Adolfo Delgadillo Padilla
Etiquetas:
adolfo delgadillo padilla,
Copil,
fundación,
historia,
Huitzilopochtli,
leyenda,
Malinali,
Malinche,
México,
Tenochtitlan,
Tepetzinco,
traición
LA FELICIDAD
Es un estado personal, de instantes que se fortalecen a causa de las penas y experiencia que se deben de vivir al maximo y tener la capacidad de compartir.
La felicidad es una explosión de un alma inocente y experimentada por desear disfrutar todo lo que le agrada a causa de la manifestación de amor.
Es un suspiro efímero, es una vivencia que incluso cansa por su monotonía y busca crecer día con día enriqueciéndose con los otros sentimientos.
El desapego, la entrega, la paciencia, la contemplación, la aceptación de que la vida es un instante divino que debemos agradecer.
Es gritarla para que todo el confín del universo lo expanda y lo contraiga como el átomo que penetra en los resquicios más oscuros.
Encontrar en nuestras miserias nuestra grandeza y limitaciones de que por eso la felicidad por ínfima que nos parezca... vivirla.
Adolfo Delgadillo Padilla
LA BÚSQUEDA
La visita que iba a hacer era de suma importancia aunque para su gusto muy arriesgada. La zona a la se dirigía era de esas que uno no sabe en realidad a que huele, se confundían los aromas de perfumes finos y baratos, a alcohol y garnachas con mucha cebolla, a humores de trabajadores arduos y gente ociosa; era un mundo difícil de identificar con sus casas, que se esforzaban por pasar desapercibidas, un poco, no con pudor, sino porque eso sería pedir demasiado pero si con pena o respeto por todo aquel que pasaba por ese barrio muy afamado o más bien, con una reputación no muy bien puesta a prueba de moralidad, que no tenían otra forma de llegar al tren que los llevaría al siguiente barrio alejado de éste llamado el "furgón" porque allí vivian los ferrocarrileros que no pasaban su estadía por más de un año trabajando ya que los cambiaban a otras partes de la república.
Doña Felicia, con sus muy bien turgentes atributos era la esposa de Don Ricardo, un hombre viudo, buen mozo y buen esposo para ella, su tercer esposa, ya que Don Ricardo viudo de su primer esposa y abandonado por la segunda no sabía estar sin la compañía femenina.
Iba acompañada de Doña Inelva, mujer extrovertida y alegre que la conminó a aventurarse en esta empresa que si bien no le garantizaba nada, nada había por perder.
Su esposo tenía hijos de sus anteriores casorios, pero ella le quería dar familia a su esposo, hijos de ella, aunque a él no le importaba si ella era incapaz de concebir. Él gozaba de ese cuerpo que con el sol se aperlaba y en noches frías sus encantos como lava encendían la pasión que creía acabada en él, fué como un renacer, un regalo la esencia que de ella emanaba y en el fondo no deseaba que nada interfiera con el remanso que ellos estaban viviendo.
Las calles del "furgón", las casas, las lámparas que alumbraban apenados, a sabiendas de los secretos que sabían tenian que guardar, lucían un ambiente rancio, antigüo, pero bien resguardado a pesar de las voragines allí vividas. Calles adoquinadas, casas recias de adobe maquilladas como sus moradoras color crema, ventanas grandes con cortinas gruesas que servían para bloquear los rayos de la luz del día y de las lámparas que a duras penas ayudaban en las noches a los bacantes no trastabillar.
Se dirigieron a la casa de mayor fama, a la de Sayuri, mujer misteriosa por no dejarse ver en público, pero conocida por su belleza mulata y porte de una reina, tocaron las aldabas de puma del portón, esperaron unos instantes y una mujer con falda que tapaba sus rodillas, delantal bordado, suéter color azul claro, blusa beige con mangas largas y cuello alto, cabello recogido con una peineta de carey, piel morena y facciones serenas -Buenas tardes ¿Qué desean? -Buscamos a la señora Sayuri ¿Se encuentra? -¿Quién la busca?-extrañada de que mujeres y no hombres cruzarán el umbral de la casa, su también casa-. - La señora Felicia. -Aguarden un momento.
Las hizo pasar a una salón grande con rasgos de haber tenido una reunión por las botellas, copas, ceniceros repletos de puros y cigarros, una que otra prenda masculina y femenina nada comprometedora, un encendedor por aquí, un pendiente por allá. Los veinte minutos de espera no les pareció largos porque ese lugar si en realidad era burdo en adornos, no dejaba de ser un museo de: pinturas, candiles, relojes, porcelanas, muebles de cedro y cortinas con hilos de plata y oro.
De la escalinata de mármol y al medio como una cascada una alfombra roja púrpura descendía la señora de la casa con un saludo cordial e intrigante por la visita nada común en su refugio, del que les recuerdo, no salía mucho. -Buenas tardes. No contestaron, no por malos modales, sino por la presencia majestuosa bajando con una bata que traslucia el cuerpo de ónix sin una gota de maquillaje. Les extendió su mano delicada con la sonrisa de la que seguramente hipnotizaba a cualquiera.
-Señora Sayuri, soy Felicia habitante del vecindario contiguo, antes que nada le ofrezco una disculpa por no concertar una cita pero un asunto personal me obliga a ser directa.
Les invito con ademán en extremo femenino y natural que tomaran asiento y asintió que era toda oídos.
-Seré breve, mi naturaleza me impide ser madre y deseo saber, ya que me han contado que algunas de sus muchachas les es imposible mantener aquí a sus hijos por la exigencia de su profesión.
Un silencio que le pareció a Doña Felicia sepulcral, pero no a Doña Inelva que lamentó en su imaginación de que el lugar no estuviera en su clímax, había soñado tantas veces el presenciar esa vida tan negada a ellas, a las mujer de hogar, el bullicio, la algarabía, el desenfreno; anhelaba salir de la monotonía que obligaba el pueblo chico del que nunca había salido. Esa ya era una escursión para ella e incluso ¡como gozaba como niña con golosina! Tenía tantas ganas de cambiar de historias que contar, no era chismosa, más bien era la que entretenía con sorprendente imaginación las veladas de café, costura y recetas de repostería a su selecto grupo de mujeres casadas con hombres bien.
-Aqui las crías que habitan con nosotras, no necesitan más familia y amor del que les brindamos, les enseñamos la libertad y no la represión, les inculcamos el respeto y a no juzgar, no están contaminados ni manipulados por la mentira ni la moral...
Afuera nadie sabía lo que pasaba dentro, todo transcurría como un domingo cualquiera, no se supo de las distinguidas visitas ni en qué terminó la cátedra franca y directa que continuó la señora Sayuri a Doña Felicia e Inelva.
¿Cuánto tiempo pasó? Ni ellas lo midieron, con esa misma discreta visita salieron, pero no solas, en los brazos de Doña Felicia reposaba plácidamente una criatura que por nombre le puso Margarita.
Don Ricardo sin preguntar, siempre con el amor en sus ojos, Margarita, el nombre de la felicidad del campo fue el orgullo de él.
Doña Inelva no tuvo que descastar sus ojos y tuvo un relato más que añadir a su desgastada platica con sus amigas, muchas veces como en la cocina añadiendo y quitando ingredientes para darle sabor a la comida.
Adolfo Delgadillo Padilla
MELODÍA NOSTÁLGICA
Mis ojos se complacen con los azules y grises plomos del cielo de mi ciudad, cortados por las cúpulas humedecidas y recién lavadas de la catedral.
¡Canten pájaros heridos! por las flechas de lluvia que han caído sobre sus nidos.
Y las palmas y, los pétalos de las rosas y margaritas languidecen... ¿o con júbilo encienden sus colores con esperanza de prolongar su estadía?
Las lágrimas vespertinas del firmamento corren desbocadas a la orilla del sendero, saludando al gato que se guarece en un tejaban.
¡Canten piedras! ¡Canten! Que su melodía haga danzar a grillos, renacuajos y rueden hasta el cansancio.
Un enorme espejo refleja mi distorsionada imágen, guardan en su memoria mi fugaz inocencia.
¡Que canten, canten mis pupilas errantes! Que no se cansan de viajar desde el cielo a los cerros, del sendero al granero, del arbusto al tejaban que guarece al gato trasnochero.
Adolfo Delgadillo Padilla
NIDO ABANDONADO
Y te vas, te vas y yo me quedo aquí con los recuerdos que atormentan mi existir.
Y te vas, te vas dejándome sin más que mi propia soledad.
Y te vas, te vas sin que yo tenga una razón ni con nada que vivir.
Y te vas, te vas en busca de la luz mientras yo me quedo en oscuridad total.
Y te vas, te vas acariciando el mar y yo acaricio el final de mi realidad.
Aletargados segundos me esperan y a ti momentos de eternidad que deseo y a la vez no pienso si de algo me servirán.
Anhelo que la ociosidad de ser feliz te hagan recapacitar.
O quizá en un instante me haga olvidar que...
Te vas, te vas y yo me quedo aquí sin recordar el por qué ya no estás aqui.
O por qué yo me quedo aquí a que amanezca.
Adolfo Delgadillo Padilla
LOS PENSAMIENTOS
Los pensamientos andan y hacen de las suyas, que el vecino entre sin que él se de cuenta, que le parta un rayo al compañero o se le quiebre una pata a quien enojar te hizo. Cuando los pensamientos hacen de la suya la persona que te gusta voltea porque así lo deseaste sin exteriorizar, a todo aquello que no quieres que nadie sepa porque aunque no sean pecado mortal lo que deseas si se convierte en algo muy tuyo, que te lo guardas sólo para ti, ya que son deseos que podrían herir susceptibilidades, poner en alerta a alguien o hacer que algo suceda sólo por el hecho de anhelarlo.
Los pensamientos, la mayoría de las veces se nos escapan porque son tantos que no es posible mantenerlos en nuestra cabeza. Nuestros pensamientos vuelan como el amor, el odio, la imaginación imperante a que suceda en este preciso instante, cubriéndonos en una esfera y nos aparte del mundo perteneciendo aún a él. Lo mínimo que esperamos es quedar libres de culpa o remordimiento.
Los pensamientos se escuchan en un silencio, pero muy pocos los descifran, son selectivos y escurridizos. Nos hacen únicos e irrepetibles; por ellos soñamos, divagamos, creamos, destruimos y jamás nos sentimos solos porque nos cuchichean, aconsejan, mal aconsejan y muchas veces se quedan donde habitamos evitando poderlos cambiar.
Pero hay pensamientos que se reprimen y crecen volviéndose obsesión.
Son magia que nos permite tener una vida paralela e independiente de nosotros mismos, alejados de los demás o tan cercanos como las coincidencias.
Los pensamientos rondan como los átomos, viven, se mueven y también sin proponérselo, se mezclan.
Los pensamientos...
Adolfo Delgadillo Padilla
LA SENSIBILIDAD DEL ALMA
Le pusieron Casimiro en honor a su abuelo sin saber que el nombre le quedaría corto, ya que no se habían dado cuenta, hasta que en una revisión médica les dijeron que era ciego el desgraciado niño.
Mirito, así le decían de cariño, había heredado la belleza materna de origen italiano y la gallardía viril de su padre en el cual corría sangre colombiana; a sus dieciocho años estudiaba en una escuela particular de las más prestigiosas de su ciudad natal, donde los edificios se cubrían de jade gracias a la cantera verde oaxaqueña.
Casi, así le decían sus compañeros y amigos porque Casi, se podía decir que si veía, gracias al sentido que desarrollo por no ver. Se dice que el que ve es el cerebro y no los ojos y yo lo creo, porque nomás cierro los ojos y te veo tan nítida como la última vez.
Al cumplir los seis años, Mirito se creó unos binoculares para no gritarle a sus amigos cuando estaban lejos ya que con los catalejos los podía ver de cerca y hablarles bajito fuera de sus casas y no enterar a sus padres por si no los dejaran salir.
Guendanabi era la niña más linda que los ojos del hombre hayan visto, su mirada ponía nerviosos a cualquiera, menos a Casimiro que con tan sólo tocarla ella se enamoró, ella sintió una descarga eléctrica en sus fibras ya que hasta ese día era indiferente al sexo masculino. Ésta era otra capacidad que Casi no deseaba explorar con cualquiera, sólo por el llamado del alma.
Miro, así nombraba Guendanabi al hombre que despertó en ella querer ser el camino que él andara, culminó sus estudios de médico oftalmólogo ¡Increíble! Fué el mejor de la carrera, tenía una precisión en sus intervenciones, devolviendo la capacidad a otros de poder mirar con la extensión del cerebro, que son los ojos.
Sus hijos mezcla italiana, colombiana y oaxaqueña son lo más grabado en la mirada síquica de Miro.
Mi amigo Casi, no me ha querido quitar la luz de mis ojos porque me dice que Beethoven siendo sordo pudo componer las más bellas melodías y yo conservo tu imágen no en mis ojos sino en mi alma, y tú Nonita sigues muy dentro de mi.
Si Van Gogh no hubiera tenido su genialidad, Miro, le hubiera ayudado, porque él mira los campos de cultivo, las casas con techos de paja de donde el humo de los anafres se escapa, el desfile de figuras cambiantes en el cielo a su muy particular forma de apreciar todas las cosas y la carreta arrastrada por los caballos viejos de Don Ramiro que le ha enseñado a ver que hay más camino que forjar.
Adolfo Delgadillo Padilla
miércoles, 21 de marzo de 2018
EL AYER
Yo no puedo decir claramente si fui abandonado porque mi mamá siempre me visitaba en el orfanato donde me llevaba dulces que me dejaban un sabor amargo.
Me decía que para ella hacer las cosas así le parecían mejor que ponerse fea con los quehaceres de la casa y que me libraba de ser regañado a causa de su histeria, así estaba bien; no deseaba ser como la mamá de mi compañero de cuarto, que era una pendeja con iniciativa que por quererle arreglar la vida a todos, hizo de mi hermano un inutil o, como la mamá de Sergio que le dijo colérica ¡Y cómo tu hermano si se deja! cuando él le retiró la mano de su miembro puberto entrado a la juventud.
Ninguno tenía clara su situación, no tenían tiempo, al levantarse a las seis de la mañana, arreglar su dormitorio que parecía un congelador, ellos creen que por ello dormían bien al buscar el calor del otro, desayunar y dirigirse al aula lúgubre.
¿Qué diferencia existía entre beber el atole en pocillos de peltre a pocillos de porcelana? Yo digo que la añoranza, porque también dicen que el árbol representa al padre e, inconscientemente nosotros nos sentíamos cobijados en esas bancas de madera cruda. Salvador nos contó que recordaba con cariño cuando su papá se lo echó a su espalda y cuando llegó su mamá al levantarlo, él tenía una erección y, sus papás se echaron a reír. Estas anécdotas crearon vínculos entre nosotros, sabíamos el por qué estábamos allí, pero abandonados no nos sentimos, a menos que, ese fuera nuestro más íntimo secreto. Las caminatas largas entre los encinos que beben al camino torrentes de malteadas de chocolate, caracoles que dejan huellas al caminar para no perderse en la exhuberante vegetación y duendes imaginarios que alimentaban nuestros sueños.
Hoy me desperté con un pocillo de peltre color azul, ése que me acompañó y me recuerda el ayer, por el que aprecio lo logrado gracias a una madre que hasta sus últimos días no dejó de llevarme dulces, de los cuales regalo a los niños que a gloria les saben cuando a mi, hiel me dejaron.
Etiquetas:
abandono,
abuso sexual,
añoranza,
aolfo delgadillo padilla,
comprar,
el ayer,
huerfano,
nostalgia,
orfanatorio,
recuerdo
LID GANADA
Armadura frágil, endeble fortaleza si por mis proezas intrusa te dejara morar, dejarás expuesta fortaleza.
No quiero exponer tal grandeza que por deseo sobrenatural yo te déjara entrar y difícil sea tu partir.
Que por poco placer me quieras dar yo mucho deba pagar, agonía larga por haberos confiado lo que quise cuidar.
Inmensa pena, fue larga la espera, ciego, aturdido y por entendido me retiro.
Retiro mis despojos deste corazón valiente que si bien no supo perderte buena experiencia le pertenece.
Que raro y predecible caer que dispuesto estoy de volver mi proesa valer.
Que la lanza avive mi bravura en lidias peculiares que entre dos seres son dulces placeres.
LLUEVE
Cuando llueve con sol, cristales de oro caen; si de noche llueve cristales de la luna caen, pero en ausencia de la luna, de las estrellas se derrama plata y de tus ojos la luz que me delata.
PADRE NUESTRO
Padre nuestro que estás en el cielo y yo tan lejos de merecerte.
Santificado sea tu nombre como el mío vituperado, señalado por el hecho de ser pecador.
Venga a nosotros tu reino aunque yo no llegue al tuyo por indigno ser.
Hágase Señor tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo y yo que cada día te reto quebrantando tus mandatos.
Danos hoy el pan nuestro de cada día mientras yo no he aprendido a compartir el mío con el que menos tiene.
Perdona nuestras ofensas en tanto yo condeno, juzgo y por soberbia no perdono.
No nos dejes caer en la tentación a la que caigo yo buscando el mal; en tanto Tú lloras, triste estás por mi testarudez.
Padre nuestro, soy tu hijo y hago lo humanamente posible por agradarte, hazme digno de no hacerme daño ni hacerlo a mi hermano.
Amén
FANTASIA
Saqué el revólver del que salieron dos rosas color amarillo y naranja, naranja jugosa, amarilla sabor a piña, piña con un penacho de tocado que adorna tu cabellera hermosa, hermosa de ojos negros que miran todos los colores del arcoiris y al amor de color rosa.
Con un cuchillo partí la vida en dos, una para vivirla y la otra para compartirla, el líquido que se derramó era agua de vida que da alegría al que tan sólo la mira. ¡Mirá esa golondrina!, dicen que el amor pregona, ponle agua y miel para que su pregonar continúe.
Del filo pesado de mi lengua palabras ciertas brotaron, no me daba cuenta que cuentas de cristales brindaba, daba luz de esperanza, ¡esperanzas que tú te deprimieras!.
Abrí mi mochila y dejé salir la verdad en papelitos, la dulzura en cuadritos, y el vaho que brinda bienestar rapidito, elixir marroquí para quitar el dolor aquí, la cajita de Pandora que quita la modorra, ésta es la panacea para que te dé amnesia y olvides las preocupaciones ¿Dónde viviré si allí el gato vive? ¿Dónde comeré? Si en donde comen dos comen tres ¿Con qué pagaré? Si el que paga no peca y con pecas me quedé, me las quité y, en hojuelas de maíz las convertí. Si de hambre no se muere de pesar te morirás, morarás en los brazos y brasas sentirás que no hay pecado más grande que anidar culpa en alguien; eso no lo compro que ni un gramo de muro vale por mucho que separe. Unir es lo que debemos, debemos entender locuras que mucha razón tendrán, tendrán la cara dura, dura es la vida, no, ¡dura es la cáscara de nuez!, no es lo que imaginas si imaginas lo que es, que un peso no es mucho, pero si pesa a quien nada ha de tener, por eso lo que tengo se lo comparto a mi mujer, mi mujer a los que vienen y hasta a la gallina que huevos va a poner, solté las mariposas del morral que en mis hombros cargaba, me dieron las gracias por ayudarlas porque ya estaban cansadas, aletearon al irse y polvo dejaron y mis ojos cansados cedieron, se dieron a tí, a tí pertenecen y en mi sueño pude tenerte y las deudas que Dios las pague por usted
LA BATALLA DEL ALMA
La peor guerra es la que contendemos con uno mismo y, el maestro muy admirado por sus pupilos de poseer una inteligencia prodigiosa, tan autosuficiente y hasta un tanto desenfadado con la vida, con las cosas materiales porque había tenido una existencia, se podría decir regalada, llena de privilegios que su único esfuerzo fue terminar provechosamente su carrera de literatura.
Su destreza nata con la pluma y de hacer de una hoja en blanco toda una aventura fascinante, un cuento que llevaba a todos a la imaginación más recóndita o al éxtasis amoroso con sus poemas, haciéndolos pensar hasta el hastío. Pareciera que esa hoja blanca garabateada de signos de admiración, preguntas y frases, tuvieran imágenes que ayudaban a entender y gozar lo plasmado.
El maestro Ojeda, con paso lento sellaba las calles sinuosas del pueblo, muchas veces sin notarlo seguido de un discreto perro que recogía las migajas de su bolillo que pasaba a comprar en la panadería rústica que queda a un costado de una fuente de cantera rosa con una escultura de un niño que vierte el líquido por su pequeño pene que salpica y hace danzar a la superficie del agua.
El maestro se ha quedado solo, salvo con un amigo epistolar con el cual, allí cada venida de obispo intercambian sus vivencias y por esto, el maestro Ojeda le queda una tristeza infinita por no recibir cartas tan seguido como deseará que fueran. Tenía miedo, angustia de ahora saberse anciano a sus setenta y cinco años. ¿Quién hubiera pensado, quizá imaginado que este hombre rico en experiencias e imaginación virtuosa, no tuviera creatividad de contarse historias a él mismo? Para no aburrirse y no sentir que su vivir ya no tiene sentido porque muchos amigos han muerto y a otros por su poca sociabilidad los ha hecho a un lado lapidando la esperanza de ser acompañado.
Tenía una cuenta de banco que su papá le había dado cuando él tenía apenas veinte años y de la cual no ha tocado un peso partido a la mitad. Se angustia de que no le alcance su magra pensión y come en pequeñas raciones de carne y pasta, por salud, pero ni pensar en tomar la herencia en vida que su padre Gabriel le dejó.
Así sus días; sube, baja las calles empinadas donde corren las serpientes dibujadas entre las piedras, muchas veces aperladas por el sol, por la lluvia y en ocasiones por la luna porque de noche él ya no se atreve a salir, dobla sus esquinas desgastadas que guardan sorpresas al pasarlas.
Dicen que lo han escuchado dirigirse de usted a los árboles y jovenes porque los ha visto crecer desde que eran pequeños y ahora son más altos que él.
Temeroso de que ya no le vayan a dar su pensión, de tocar el dinero del banco que su papá le dió, de mal gastar lo que cree no es suyo y de ya no tomarle sentido a viajar, a darse gustos para llevar una vida más decorosa y mucho menos desgastarse en tener que convivir con vecinos porque le resultan insoportables.
¿En dónde quedó su autonomía? que por ella se ha abandonado hasta el grado, yo diría, pecado, de no compartir la vida, de no atreverse a ser generoso, desprendido y que por orgullo aprendido a no recibir obsequios y ayuda.
Algo inegable es la generosidad de su saber a sus alumnos y a todos aquellos que regaló momentos de paz y soñar en la lectura de sus libros.
El único discreto compañero que no interrumpía sus recuerdos ya mira al otro lado de la fuente donde la abundancia de alegría salta a la vista
SEMEJANTE
Ver al otro desde un cristal, es reflejarse uno mismo y, duele descubrirse.
Duele en lo que nos convertimos gracias a nuestras etiquetas, mutismo, a nuestra omisión, creencias y miedos.
Miedo a ayudar, a hablar, a opinar, al sólo hecho de aconsejar y nos hemos vuelto unos desconocidos... Egoístas.
Porque es fácil oír, pero nunca nuestros errores y, cerramos toda comunicación cuando así sucede.
Que triste aislamiento a causa de nuestras miserias.
Porque es fácil oír, pero nunca nuestros errores y, cerramos toda comunicación cuando así sucede.
Que triste aislamiento a causa de nuestras miserias.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)