martes, 4 de septiembre de 2018

DOÑA CUQUIS



Me parece curioso que la muerte de un persona sea como un reloj de arena que nos recuerda que desde que nacemos comenzamos a morir y, si es así, ¿porque le tememos tanto a la muerte? ¿No sería mejor cambiar nuestra actitud y modo de ver la vida? Sí alguien nos hace una reflexión filosófica, algún día vamos a morir, porque no contestarles, si, pero los otros días no y, vivir la vida que con tanto trabajo nos hemos empeñado en buscarle conflictos en donde no los hay y cuando los hay nos ahogamos en un vaso de agua; se supone que ya deberíamos de estar entrenados a pelear con los problemas y vicisitudes que la vida nos presenta por tanta necedad de estar, reitero ver problemas donde no los hay.
Cuquita partió sin aspavientos, no le aviso a nadie y no acostubraba quejarse de nada, no, esperanzas que yo me esté midiendo con la comida, si me he de morir, me he de morir de algo y ni tiempo tengo de enfermarme ¡Qué va! Nadie va a venir a barrer mi casa ni a darme de comer, yo soy quien a paso lento voy al mercado, me decía. El marido la había dejado cuando ella, mujer chapada a la antigua, lo seguía amando, pero con dignidad, no lo buscó. Se la encontrará más chichona, pero más lechona, no.
Ella fue la primera que me dió la bienvenida al edificio de departamentos, echándome bronca y leyéndome las reglas del lugar, era escandalosa al hablar y por eso uno sentía que estaba regañando, no tenía pelos en la lengua, mi boca no paga renta, quizá porque sabía que ya no tenía que perder, lo que perdió la fortaleció y al saberse con una afección cardiaca, lo único que le quedaba hacer era ser la dueña y señora de su vida.
¿Qué pensaste? que me quedé callado cuando me dió tal recibimiento, claro que no, escuchó mi boca de la que salen mis mejores golpes y, desde ese momento me vio como su igual y de allí pal' real nuestra relación se hizo tan cordial como franca.
Un día me enseñó una foto de joven, ciertamente me sorprendió su belleza tan minada por el paso del tiempo. Un vecino le puso "Cuquita doña Pedos" por tener la facultad de señalar las cosas incorrectas que deberíamos de evitar para una sana convivencia en un condominio donde no faltan los que no pagan las cuotas y estar, lamentablemente, viviendo a expensas de los que si cumplíamos con las reglas.
¿Qué aprendí de mi vecina que vivía tan cerca de mi? A medir mi ímpetu, a ser tolerante, a deberle respeto a las personas y convivir con gente que ni de mi familia era, pero que al final la terminas viendo como tal, a ser más humilde viendo pasar los problemas del otro, las perdidas del vecino del departamento 2, las dificultades económicas de la vecina que a nadie saluda sin siquiera ponernos a pensar las batallas que todos y cada uno luchamos; le aprendí a callarme porque ella no lo hacía y a escucharla por toda su sabiduría que me empapó, ummh mira, te voy a decir como nos decía mi papá: ¿Qué hace en esa ventana rolléndole el culo a los vecinos? ¡métase a su casa a hacer algo de provecho!
Quizá alguien tome su lugar porque el que ella dejó no conviene que quede vacío, ya que esta unidad necesita gente como ella.
No sé preocupe Cuquita, haremos bulla, levantaremos la voz, y barreremos su lugar para que nuestro dolor sea menos y nuestra conciencia nos aleje de ese reloj de arena que nos recuerda que tarde qué temprano el último grano de arena no dejará de caer, pero mientras, vivir los otros días que no hemos de morir.

Adolfo Delgadillo Padilla

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