EL FERROCARRIL
Viajar en tren es la experiencia más emocionante que he tenido, desde saber que para llegar a mi destino me tardaré tres veces del tiempo que me llevaría llegar en autobús y que de antemano eso es lo que busco. Siempre me fascinaron los trenes, verlos correr sobre unos rieles con su inconfundible sonido avisando que venía y entre más vagones mejor, era alargar mi dicha al verlo y si contaba con pocos vagones me desencantaba.
Viajar sin prisas, disfrutar el paisaje, comer en todas las estaciones de tren en la que los habitantes del pueblo al que paramos nos ofrecen, dejarte llevar por el tiempo que pareciera pasa más lento, conocer gente con la que te cruzas en el pasillo para ir a tu camarote o en el restaurante que está delicadamente arreglado con un florero y manteles limpios, luz tenue evocando tiempos mejores de cuando comenzaron a funcionar.
Invariablemente me afirmo: "Porque Dios quiere que exista todo aquello que al hombre sirva, pero nunca que el hombre se sirva de aquello para dañar al hombre y como muchas cosas que aún no se conocen, ya existen en la mente del hombre porque hemos sido capaces de llegar más rápido pero parece que somos mucho más lentos de entender". Es muy común ponerme filósofo en cuanto me siento en contacto con la naturaleza, se me despierta un sentido desconocido para mí.
Voy en el comedor del tren y me es imprescindible ver el paisaje, leer y escribir al mismo tiempo porque es un regalo que me merezco.
Tren, el camino hecho con fríos rieles que te conducen a un destino; muchos dicen que ya está marcado, pero sin vida no hay derecho de viaje y en determinación de lograr lo que uno busca, no hay sendero seguro.
Pasar por una vegetación que parece que la locomotora corta a su paso y las plantas a su vez limpiaran los vagones dejando un refrescante olor a pino, eucalipto, flores silvestres, vacas pastando, agua, humedad, el frescor de la noche y también saber dejar pasar la vida o saber disfrutar de ella sin apuros.
Ese movimiento y sonido que hacen las ruedas sobre los durmientes no tardan en relajarme y pienso que: para saber del mundo es necesario distinguir las huellas y quizá el del viajar era la manera ideal después de caminar y saber vivir. Una peculiaridad de viajar en tren es que haces plática con todos, es como si fuera una casa rodante en el que unos bajarán antes que otros.
Adaptarte a los diferentes cambios de clima a los que uno pasa por los diferentes lugares, tener que asearse lo elemental y disfrutar de la película que el recorrido nos brinda; niños, mujeres con bebés en brazo, campesinos con sombrero en mano nos mandan un "adiós, adiós" y me preguntó ¿Cómo será su vida, ellos desearan saber de la nuestra o quizá miran en el paso del tren el momento más rápido de su rutinaria vida? Porque esperan ese momento, se ve que unos minutos antes ya están en espera, sentados, unos en su silla, el paso de la modernidad.
Viajar en tren de ninguna manera resultará vanal, te hace recapacitar y pensar en lo relativo del tiempo, que hay otra forma de visualizar la existencia, la diferencia de trasladarse y de saber llegar.
Por esto creo que una de las cosas que Dios quiso que existieran es... El tren.
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