miércoles, 22 de abril de 2015

ME ECHÉ A UN BUGA... BUENO ÉL ME ECHÓ A MI

¿Te acuerdas Angel, el día que levantaste a un muchacho de veinticuatro años en la alameda? Que de entrada le dijiste que tú no pagabas pero que él te gustaba... ¡y cuánto te gustaba!... tanto que hacia ya mucho tiempo que de tan solo mirar a alguien no se te paraba la verga.
En el trayecto, en el metro, no se fueron hasta atrás, en el vagón gay, para que no te lo fuera a bajar una más lista que tú. Con la mayor naturalidad te dijo que llevaba cinco días sin bañarse, pero no olía mal, y a ti eso no te importaba Angelito, porque pensabas meterlo a bañar antes, no ibas a ofrecerle desodorante ni perfume, ya que querias percibir su aroma natural, de hombre.
No era guapo, pero tampoco feo, fuiste descubriendo en el camino a la estación a la que se iban a bajar, creo que era Juanacatlán, sus facciones de chacal ¡Qué hombre, qué ojos tan claros y negros a la vez!
¡Qué labios de costeño u oaxaqueño! de esos que invitan a mordelos sutilmente, acariciarlos con tus labios y pintarlos con tu lengua. Su cuerpo era como te gustaban... llenitos. Su voz te seducia con su cadencia, no era timido pero tampoco hablaba demasiado.
¿Cómo se llamaba comadre? Me lo dijiste pero no me acuerdo, a fin de cuentas si a quien se cojio fue a ti y no a mi, pero como me acuerdo, porque cuando me lo chismeaste sentí que era una experiencia diferente para ti; libre de maldad, de un instinto sexual cualquiera.
Tenías ganas de vivirlo, de disfrutarlo, no una vez sino muchas y... es más, hasta tenias miedo de lastimar esa tela tan delgada que divide lo real con la fantasia que estaba a punto de sucederte. Tu fantasía sexual... ¿nada más tuya amiga?
Llegaron a la estación, aún allí dudaste si llevarlo a tu casa un rato o que se quedara a compartir contigo la noche. Sentir lo que ya hacía tiempo no experimentabas, compartir tu cama, tu intimidad de hogar, sentir el aliento que baña a las tres o cuatro de la mañana tu cara, pero ya era el último tren. Ni cómo regresar el "regalito".
Ofreciste que se desvistiera mientras le preparabas algo de comer cuando él se bañara, pero con toda la intención "perra" de verlo desnudo. Y si. Te agradó más de lo que te esperabas, porque tan solo vio que lo veías discretamente (no te creo) se pulsó su miembro.
¿Lo estará haciendo por hambre? te preguntaste, pero a ciencia cierta no lo supiste, porque comió con una educación que tus hábitos a la mesa los tuviste que modificar.
Se sentó con una playera de tirantes y una bermuda que le hacían lucir sus muslos desprovistos de vello, pero duros, firmes y que de cuando en cuando se restregaba su sexo con discreción.
¡Por fin! a la cama ¿Ya se te hacía tarde, verdad, amiga? Y te topaste con sus pies, limpios, bien cortadas las uñas, sin callosidades ¿Qué pensabas? ¿Qué los iba a tener peor que los tuyos? No hermana, ellos no urilizan tacones... es una broma manita, no te enojes.
Y también le sorprendió que empezaras por ahí, por sus pies, subiste a las pantorrillas, con tu nariz besaste su piel, sus piernas, su pubis enredado de sensualidad, las ingles, su vientre cortado por su perfecto ombligo de donde se asomaban y terminaban a la vez sus pocos vellos.
Lo miraste y la reacción de su cara no era la misma de su bien bonita verga. No era tan grande, no me humilles, cada vez que me lo cuentas le subes un centímetro para dar envidia. Era gordita y aterciopelada. Eso si te creo.
Te encontraste con sus axilas, las disfrutaste, ese olor a limpio, lleno de feromonas que te excita. Para sorpresa tuya te tomó de la cara y te besó. ¡Santo del día anterior! casi lloras de la emoción y sutilmente te encamino hacia su verga, aquí te sacó lágrimas, produjiste tanta saliva que le diste un uso. Ya me imagino.
Te penetró. Lo hizo tan bien -dices- que no te dolió ¿Así cojen los bugas? Sin prisas, porque te dijo que era buga. ¡Cómo disfrutó penetrarte! se le veía tanto como a ti.
Dejó caer su cuerpo, te inmovilizó y sus caderas se movían a un ritmo que te hizo sentir un orgasmo y sentiste amarlo, ya luego él se vino. Nunca habías sentido cuando corre el semen en el miembro, como se hincha, como late y después ese punzante dolor cuando empuja toda su virilidad hasta tocar las paredes de tu ser. Seguía el amor, después él a tu lado, recostado, escurriéndosele el semen con los ojos cerrados... tú te volviste a masturbar.
¿Era amor? ¿te enamorste Angel? Pensaste que eso no podía suceder: amor a primera vista. En eso tú no crees. Pero te tocó, te envolvió el corazón. Tan sutil fue su llegada que cuando se tuvo que ir sentiste una punzada ahí, donde se sienten todas las emociones, en tu higado, estómago y más arribita.
De nada sirvió esperar una semana, ya ni hablar, no se comunicó contigo... Porque ¿le diste tus teléfonos verdad? 5553-01... y el 04455-1493... ¡Lástima! hasta para pareja lo hubieras deseado, sin importar lo que dijeran tus amigos.

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