A pesar de la mucha experiencia y madurez, siempre es posible volver a caer en una relación nada recomendada para uno mismo.
El hombre que te encanta te mira, te sonríe, te habla y, al final, te besa; al día siguiente se ven y todo parece ir ¡muy bien! Tanto que las citas no cesan, pero (ahí viene el tan temido ¡pero!): ¡No quiere comprometerse!
Y el tipo te dice: ¡Me encantas! En verdad que me siento súper bien contigo, me excitas (“mira cómo me tienes“), pero quiero mi libertad (como si uno se la quitara poniéndole grilletes). Y tú, poniendo tu mejor cara, bien “cool”, con toda la madurez que te has ganado, le respondes: ¡No hay problema, seremos amigos!
A la cita posterior vas porque te encanta y como te dijo que no te quería perder y tú porque no quieres perder la oportunidad, a ver si cambia de parecer, vas; aunque previamente ya te hiciste un “coco wash”.
Lo vuelves a tratar como tal, pero a sus amigos -“según él”- les simpatizas y le dicen que eres guapo, que vales la pena y él, por un instinto de macho o de pertenencia, te empieza a decir “gordito hermoso” y te agarra de la mano para no soltarte toda la noche y presentarte con todo el bar como su novio.
Entonces, tú piensas: “Ya lo consideró y entonces sí va”. Con una actitud de que no siempre es necesario hablar las cosas, de no decir el tan trillado “¿Quieres ser mi pareja?”, tú te dejas llevar y ¡cuál! Después de haber cogido delicioso, a la mañana siguiente te dice: “Lo de anoche fue perfecto pero eso no quiere decir que seamos pareja ¿ok?”.
Y te quedas pasmado, porque, si bien no has hecho planes de boda, pensabas “esto ya amarró”. ¡Ah, pero él no te deja salir de la cama! En una palabra, te quiere para él solito y tú te quedas, porque al fin y al cabo, eso es lo que tú deseas, estar en sus brazos, sentir su aliento, oler su piel, su sexo, mirar sus ojos, jugar con la sinuosidad de sus cabellos.
No tienes fuerza de decisión, de tomar tu itacate e irte, aunque te sabotee tus idas al café con un amigo, ¡qué importa! (cuando ellos tienen pareja ni te pelan)… ¡Que importa! … Tus recorridos al museo se esfumaron ¡qué importa si él te brinda entretenimiento viendo en su cama “Sex and the City”!
¡Qué importa la madurez! Si al final vale para pura madre cuando llega el hombre de tu vida que en realidad no te da la estabilidad que anhelas, pero que te puede dar litros y litros de adrenalina.
Y la pregunta sería: ¿Vale la adrenalina vivir una relación que no te llevará a ningún lado? ¿O serás capaz de darle vida a este sujeto ¡llámale como quieras! para dejar morir en ti la ilusión permitida? ¿O vivirás como hemos vivido muchos a la espera de que él cambie?
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