lunes, 5 de junio de 2017
CUANDO LLEGA EL OLVIDO
Y de pronto me meto al mar con toda la intención al salir de extraerle todo lo que guarda ¡y cual! de todo ese mundo prometido sólo saco unas gotas que resbalan en todo mi cuerpo, mas bien me timó su inmensidad y se quedó con todos mis sueños, recuerdos, secretos y con tus besos de los cuales ya no me preocuparé porque alguien venga a hurtármelos, ya que me queda la certeza de que al mar no le sacas en absoluto ninguno de ellos y ni sus mágicos tesoros.
En este pueblo de pescadores donde en sus redes cuelgan sus historias y las orean al viento como sus sombreros y abanicos para alejar el bochorno de las penas que no les importa.
En la cafetería con sillas de madera y mimbre donde se sorben los sorbetes con sabores de costa (sal, arena, palmas, piña, brisa y coco). Con pipa en mano, pido mi bebida.
- ¿Dé qué sabor quiere su chocolate?
- ¿Cómo qué dé qué sabor quiero mi chocolate? Pues de lo que es.
- Tenemos de chile, cítrico, licor, café y menta.
Aspiro el ambiente y resucito en el olvido de cada instante que pasa en blanco mi pesar por ti. Por esto regalé el reloj porque siempre me presionaba con el tiempo del recuerdo y comencé a envolver mis presentes con papel periódico y hojas de libros ya leídos, escogidos para así, de esta manera, despertar un poco de curiosidad a la lectura, pero ni aún así he hallado otro amor que el olvido ni hallado otra vida que la muerte.
Y por fin, en el placer de no pensar, en el placer de perderme, del abandono, de probar la diferencia intensa de mis lágrimas y la sal, me llegó el olvido y con el... tu muerte.
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