Quien viera el árbol fuerte, frondoso, con frutos, jamás
pensaría en las tolvaneras, heladas, en aquellos que quisieron arrancar
sus raíces y en los días que pareciera seco, muerto.
Quien lo
viera así desearía por más ser como él, con vida, erguido, con futuro y
convencido que vivirá nuevos vientos que sacudirán sus ramas, pero no
sus raíces.
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