miércoles, 9 de noviembre de 2016

RESCATE


La arena de la playa le hacia sentir un bienestar al caminar, hundir sus pies en ella, dejar sus huellas que al instante eran borradas por las volubles olas espumosas como el champán, el grato aroma del mar y el suave sabor a sal le saciaba el alma.
Desafiar sus desavenencias, de las cuales no tenía el control porque no dependían de él, en momentos le atosigaban su paz interior, muy a menudo desasosegado y cuestionandose si hacía lo correcto o no.
Conservar su último resquicio de libertad, la adquirida sabiduría de niño, la que se otorga por pureza, que le pertenece a todo aquél que la disputa por derecho, la que se traspapeló y contaminó por su mundo exterior, a causa de miedos, prejuicios, conciencias sociales y culpas.
Las piedras desnudas, las conchas arropadas por la playa cuando varan a ella y el sutil maquillaje de la brisa en su piel le dan ánimo para enfrentar el mayor obstáculo: Él.
Saber defender la individualidad, mudarse de la ropa ajena, descabezar al miedo y no ceder por un mendrugo de pan de hoy en adelante sería su objetivo.

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