lunes, 26 de enero de 2015

EL DELIRIO DE GLADIS LA CUBANA


Me senté a su lado y ella estaba sobre una cubeta, al lado dos costales repletos de tiliches: periódicos, revistas, ropa, un plato, cuchara y pocillo de peltre descarapelado. Sus prendas eran de talla extra grande o muy chicas, se las ingeniaba para hacerlas lucir originales; como anudar varios calcetines de diferentes colores para crearse un turbante, retazos de tela para una elegante bufanda o una media como cinturón.
- ¿Hola cómo le va? Le contestó al clima y sin inmutarse, como si nos conocieramos y llevaramos tiempo conversando prosiguió con su monólogo.
"Dame la carpeta" -volvió a hablar Gladys, así se llamaba, al tiempo que seguía tejiendo, tejiendo en el tiempo, tejiendo el tiempo, los recuerdos o el olvido.
Seguía guaguariando para los que estabamos escuchando, nos tomaba en cuenta, hasta a los ausentes, que eran todos e imaginarios que eran muchos.
"¿Gusta un puro vercruzano o cubano? Ambos excelentes, nos los traen de aquí cerca, de la hermana República de Yucatán". Muy propia con su soliloquio recordaba, me dio la impresión, de cuando se tuvo que venir a México de su amada Cuba por consejo de su familia y paradojicamente quedó abandonada en un país extraño, aunque se le considerara hermano ¿Y para qué? Si los que se quedaron en Cuba por el miedo a perder lo que tenian, terminaron por convivir con familias que no eran suyas; extraños y juntos, abismalmente desconocidos, deprimidos, depredados por la Revolución Cubana y oprimidos.
Gladys se adueñó de la entrada de un negocio, la jardinera de la calle la utilizaba de tendedero, se bañaba sin importarle las miradas asquiadas de los que pasaban. Le importaba un bledo la delincuencia ¿Quién? Me pregunto yo, no ella ¿Tenia interes por sus inmundicias?
¡Oh bendita ofuscación! Que el tiempo causa a los prudentes sin devolverles la sensatez por misericordia.
Ella sobrevivió al impensable valor cubano, a Ninon Sevilla, Celia Cruz, Pérez Prado, José Martí, ha sonrevivido a la inmortalidad de Fidel Castro; vive feliz, quizá más que los que huyeron y traspasaron el inutil sueño de la indecencia humana (EEUU).
Se construyó un mundo, no prestado ni compartido, autora de su novela de la que ella es unica poseedora y yo, a veces, su escucha. Al fin y a cabo ni yo he sido digno a que me dirija la mirada.
Se instaló aquí como seguramente se quedaron los españoles, locos. Dejó la lucidez o, quiza se le olvidó empacarla al mismo tiempo que los vestidos, los manjares, las tertulias del café y el ron, lecturas a las que estaba acostumbrada.
La seguiré viendo recojer su vida que le caben en sus dos bultos o en la extravagancia de su cabecita, tal vez le pesen menos de lo que me pesa a mí ser coherente.

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