¿Qué día es hoy? Me pregunto, todos los días me parecen iguales, camino por mi departamento con pasos de viejito, más por necesidad que de ganas.
Veo la cafetera ¿Cuánto tiempo llevo sin lavarla, sin barrer, sin pasarles un trapo a los muebles? El sillón no se ve tan sucio por todas la veces que me siento en el donde veo pasar el tiempo, con sus horas, segundos.
¿En qué año estamos? Tantas cosas a las que les he perdido el interés. Prendo la cafetera, me preparo 6 rebanadas de pan de caja cargados de mermelada, soy hipoglucemico, éste tipo de desayuno me hace sentir bien. Veo el teléfono, ya nadie me llama, no se para que lo sigo teniendo y pagando el recibo, quizá es una manera de no sentirme solo, de estar conectado con el mundo.
Ya está mi café, tomo una taza, siempre es la misma, la que al finalizar de tomar mi café solo la enjuago con agua, tiene mucho tiempo que no utilizo detergente y ahora que recuerdo tampoco pasta dental que solo daña el esmalte.
¡Ahhhh, Qué delicia! Muy pocas veces disfruto mi desayuno, es tan sencillo. Tengo varios frascos de mermeladas de diferentes frutas: fresa, mango, chabacano, da igual, todas me saben a lo mismo, a dulce, bueno no, la de chabacano es mi favorita porque me recuerda a mi madre.
Suena el teléfono, carajo. ¿A quién se le ocurre exactamente molestarme cuando precisamente estoy tomándole sentido a mi frugal desayuno. "Ya voy, ya voy, este cable siempre se me enreda, ya voy"
-Bueno.
-Hola Ramiro ¿Cómo estás?
-¿Quién habla?
-Yo, Celia, la mujer de Ramiro, tu amigo.
-Ah ya, bien Celia, qué tal.
-Para decirte una mala noticia, Beningo, falleció, no te pude llamar ese día porque entre el velorio, las amistades, el entierro, me perdí en el tiempo.
-Que lamentable, en verdad, no sabes cuánto lo siento.
-Bueno, solo quería avisarte, como se que eran buenos amigos.
-Muchas gracias.
Colgué. ¿Debería de ponerme triste? Hace mucho tiempo que ni nos hablábamos por teléfono, mucho menos vernos, que raro, es de esas noticias que me levantan el ánimo porque yo sigo aquí, he sobrevivido a todos. ¿Habrá pensado Celia, que me dolió la muerte, ya de un desconocido para mí?
Me he quedado sin amistades, ya todas se han ido, unas mueren, otras se han mudado y los otros desaparecieron.
Pensándolo bien, es lo que creo que me tiene así, aislado, incomunicado, solo; pero la verdad voy a servirme un poco más de café, así hago de cuenta que estoy en el velorio de Ramiro y lo acompaño en su última morada, quizá lo que en el fondo deseo es sentirme acompañado por él. Ya se me olvidaron los momentos agradables con todos.
No entiendo a las personas que tienen perros, ¡Cómo les gusta escuchar el escándalo de sus ladridos!
Eso de ver televisión solo por ver televisión, lo hace a uno dependiente, estúpido ¡En lo que me he convertido! ¡Carajo! Es que no hay algún programa bueno.
Deambulo en mi propiedad, vaya logro, eso sí, aquí nadie se mete conmigo porque eso de hablarle a los vecinos, ni pensarlo, mejor de lejitos.
Me pongo los pantalones, la camisa, chamarra, sombrero y zapatos. Si, todo lo hago automatizado, bajo por mi comida y cena, 4 tacos; me cuesta tanto trabajo bajar las escaleras de los cuatro pisos, pero más me cuesta subirlos, tanto que en cada piso siento que estoy echando los bofes, me paro y tomo un respiro, continúo. ¡Uf, ya llegué! Enciendo el televisor, me acomodo, saco dos tacos y me los como viendo una película de Tin Tan. Dicen que la verdadera cómica de ellos era la madre, de ahí viene el talento de los triunfadores hijos.
No me gusta tener basura en casa, bajo y la depósito en un bote de una cafetería, jamás me han reclamado por Irles a dejar mi basura.
Vuelvo a subir, escucho ladrar al perro del vecino cuando paso por su puerta, no hago caso, exhausto llego, me quitó la ropa, me pongo mis pantuflas y ya me dió "el mal del puerco", me recuesto, siempre pienso en quedarme dormido y ya no despertar.
La ventana de mi recámara da a una pared de un edificio descarapelado, me siento como en París, algunas veces me imagino estar en un cuarto de hotel de Estambul.
¡Qué vida tan inútil terminé por vivir!
Mis espectativas están muy lejos, igual que mis amigos, familia, hasta de mi mismo.
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