domingo, 13 de junio de 2021

INFORTUNIO



Vestida con falda ampona tipo las que acostumbran las mujeres de pueblo, una madre con cabello peinado en cola de caballo con algunas mechas desarregladas frente al rostro y la mirada baja, calzado de hule con los pies entalcados por lo descubierto a causa del trabajo, se encuentra de pie. Tiene en su regazo a su hija de ocho años en un gesto de consuelo y desconcierto. La pequeña con trenzas maltrechas vestida igual que su mamá, descalza, abrazada al talle de su progenitora con la cabeza hundida y de lado, chorreada a causa de su edad y con lágrimas sinceras busca refugió en quien no le fue posible protejerla como hubiera sido su deseo transgredido.

Esta sencilla criatura desconcertada ante lo sucedido desconoce que su agresor allá en un mundo cruel se estará ufanando en el peor de los casos o escondiendo en un acto de cobardía el haber robado a un ser su candidez.

Éste mal mal nacido, ruín, depravado fue pregonando seguramente su hazaña "Para que sepa lo que es ser mujer" ¡Cómo a una vileza se le puede calificar de hazaña! ¡Cómo enseñarle a una criatura a ser mujer cuando apenas está aprendiendo a ser niña! ¡Hazaña no es cuando utilizas tu poder, tu fuerza para someter a otro! 

Las dos en el abandono, tragando amargamente la adversidad por su pobreza y el hecho de ser mujeres en la desesperanza del auxilio de que este crímen no quede impune por el calvario de la  burocracia y la indiferencia.

Madre e hija, como es costumbre de las mujeres agerridas, miraran al frente y a  fuerza de dolor, sí no olvidarán, sí lo tendrán que dejar muy bien guardado en un lugar que les sea difícil hallarlo.



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