jueves, 18 de febrero de 2021

EL ENCARGO


"Te encargo a mis hijos, a la niña me la llevo", esto le pidió mi tía Filomena a su hermana Nieves esa tarde fría en la modesta casita construida de piedra de techo de dos aguas de una sola pieza donde la chimenea dejaba exhalar el humo por la leña que se utilizaba para mantener tibio el hogar, donde los muebles delimitaban la recámara del comedor, la sala, la cocina; el baño quedaba afuera con la densa niebla del bosque tupido alejado de la ciudad, momentos antes de fallecer.

-Por lo menos tú sí tienes varios hijos así no vas a estar sola -le dijo mi tía Nieves a mi mamá Flor.

-Eso de tener hijos no garantiza que así vaya a suceder tú cuentas con los que te dejó Filo.

Con el ambiente que da un plato de barro de sopa de champiñones acompañado de café de olla con panela, me di cuenta que mi tía Nieves de alguna manera anidada una especie de envidia hacia mi madre que, hasta el día de hoy no logro entender.

En efecto, cuando mi tía Filo le hizo el encargo de sus chamacos a la tía Nieves y le dijo "a la niña me la llevo", nadie imaginó la profética afirmación que hizo porque después de fallecer mi primita de dos años, llamada Reina, enfermó de tos que no la dejo hasta que la enterramos en una cajita blanca con cristal que dejaba ver su carita pálida adornada con flores blancas dignas de una santa.

A veces pienso que mi tía Filo decidió llevarse a su niña para evitarle el sufrimiento que ella había padecido a causa del machismo de su esposo. Yo siempre tuve la certeza que el marido tenía una homosexualidad reprimida y que nadie quiso parar en verla.

Las tortillas hechas a mano de maíz azul dejaban vacío el tortillero y servilleta hermosamente bordada con colores que contrastaban y, así como quedó vacío el tortillero nos ha dejado la ausencia de lo no hablado.

Tiempo después se hablaba de una nueva enfermedad llamada covid-19 que se originó en China y, nosotros acostumbrados a pesar de las diferencias familiares, a estar unidos compartiendo con nuestra charla y tortilla en mano nos vimos obligados a dejar de reunirnos ya que dedujimos que mi tía Filo y mi primita Reina habían partido a causa de esta nueva enfermedad.

Ya habrá tiempo de volver a echar tortillas al tortillero de mimbre y servilleta bordada, de calentarnos el alma con un café de olla y acariciar nuestra pena con una simple mirada mientras saboreamos una rica sopa de médula.


Adolfo Delgadillo Padilla

No hay comentarios:

Publicar un comentario