martes, 18 de diciembre de 2018
SER
No hay necesidad de saber que el cuerpo está formado por más de 100 billones de células y dejarse sorprender de lo maravilloso que es un ser humano y pensar al mismo tiempo que puede ser parte de la casualidad su existencia. No.
Todo esto me lleva a recapacitar que con un poco de sentido común nosotros los hombres deberíamos de sentirnos pésimos en cuanto cometemos un mal en contra de nosotros mismos. Yo, uno de ellos, cuando en mi ignorancia, insensibilidad he atentado al levantar falsos, perjurio, o sentido odio, resentimiento, deseos de venganza; es ir contra lo que es divino por el simple hecho de que son mis semejantes y seres unicos. Así como es la vida, debería ser venerada, respetada y llevada a lo más sagrado del bien, porque por ese bien, que es el amor, hemos sido creados.
Sin olvidar que somos seres perfectibles y no perfectos y por esto, estar siempre en la búsqueda de esa perfección.
Cómo poder hacer entender a aquél que asesina, secuestra y encuentra su propia perdición, porque no existe recompensa que calme su consciencia aunque sea en aquel instante divino al que absolutamente nadie escapa y que al agredir a un semejante si atenta contra todo un universo llamado vida; es por esto, si a alguien de los que se les facilita robar, engañar, defraudar, jugar mal a cambio de un placer pasajero, están atentando contra ellos mismos más de lo que pudieran imaginar, porque en el mejor de los casos es el arrepentimiento, pero en otros, es peor morir en vida sin un ápice de lo que nos caracteriza como seres supremos.
Me horroriza pensar el decidir en morir así, en acabar así, en dejar de luchar de vivir, vivir plenamente, dejándonos llevar por ejemplos de vida nada convenientes.
El mal es la ausencia del bien. Todos somos generadores del bien.
Ahora entiendo, quizá por la edad, por la experiencia que es maravilloso poder vivir y saber vivir con lo que uno tiene y no vivir por tener que tener lo que uno no puede tener; es un desgaste porque nos alejamos de los nuestros y de nosotros mismos. Es clara la diferencia en ser ambicioso a tener ambiciones, el tener ambiciones nos obliga a sacar lo mejor de cada uno para lograr nuestras metas y el ser ambicioso es desear lo del otro sin haber luchado, es llegar a un fin sin importar por quien pasamos y a quien perjudicamos.
Es tiempo aún de redirigir nuestro actuar con nosotros mismos para así ser generosos con los demás y darnos el mejor regalo; de que podemos darnos cuenta que nuestro poder es mayor cuando: amamos, perdonamos, regalamos, ayudamos, generamos, creamos, que cuando actuamos contrariamente.
Adolfo Delgadillo Padilla
EL VIEJO
Era necesario, urgente retirar las jergas de las habitaciones para que el abuelo no terminara limpiando el piso como ellas porque un día de estos se iba a caer pisandolas y resbalarse.
Dijo Eustacia, de la que era evidente que el abuelo Eusebio le importaba. El abuelo aunque se sabía de pies a cabeza el teje y maneje de esa casa y que podía andar a ciegas en ella, estamos de acuerdo que no tenía ojos en los pies y por lo tanto sus movimientos ya no eran tan ágiles como para darse el lujo de contar una de esas caídas.
Don Eusebio era un viejo muy querido y aunque era muy testarudo, sus nietos e hijos lo procuraban; esperanzas que lo vieran como un mueble.
-Abuelito, tómate tu medicina
-¡No y tres veces no! dejen de jorobar, la medicina a ustedes los tiene drogados.
Caminaba aletargado arreglaba esto, acomodaba lo otro; con el solo toque de su bastón le devolvía la luz a un foco que se había apagado cuando su familia lo creía fundido, removía la tierra de las plantas y recogía la basura con el mismo bastón.
Muchas veces sentados a la mesa Don Eusebio hacia gala de su sabiduría y les compartía su particular punto de vista a su prole, "Sean firmes en lo que yo les he inculcado, si es cierto que yo no tengo la verdad absoluta, pero es lo que me ha hecho vivir tanto, recuerden que el único pecado en esta vida es: no ser felices, el peor sentimiento que alguien te puede dejar es: la culpabilidad..." Y así día a día les demostraba su amor.
-Abuelito, eres todo para mí
-Y ustedes son lo único para mí, lo único que voy a dejar, son mi herencia- le respondió a Eustacia que siempre la dejaba con algo en que pensar mientras retiraba las jergas que pudieran cruzarse en el camino del abuelo.
Adolfo Delgadillo Padilla
FOGÓN DE PUEBLO
¡Gracioso ornamento! Susurraban las lenguas viperinas cuando me veían pasar del brazo de Jacinto, doctor del pueblo del cual muchas hubieran deseado ser el motivo de envidia. Pero no, fuí yo, la peor de todas, la que aprendió a defenderse de las palabras más crueles que uno pudiera soportar.
- ¡Pues no soy como imaginan, soy pior de lo que opinan!
Tragarme todo no podía y no pocas veces me agarraban en mis cinco segundos de tarugez y calladita me quedaba, ah pero cuando lúcida me enfrentaban en corto sabían que mis mejores golpes los daba con el hocico. ¡Perdón! Si, efectivamente tuve que aprender a ser arrabalera porque si no, no hubiera sobrevivido en este medio que yo no escogí para vivir, que más hubiera soñado, pero creo que muchas veces uno tiene que aprender a moverse en las aguas que le toca nadar.
Yo no era de "esas" acodadas en los marcos de una ventana ni como las "otras" prietas metidas a rubias a punta de tanto tinte, no, fui de "aquellas", si es que se puede decir aquellas porque creo que fui la única acosada por no tener citas espinadas resguardada por una nopalera; más bien fui de las ilusas que se dejaban ver con los novios aunque sólo durarán la vuelta al kiosko del jardín del pueblo porque no daba pie a los precoces pedimentos de irme a espinar con tal de que mis noviazgos fueran más duraderos.
Oídos sordos tenía Jacinto a lo que él llamaba envidia por llevar a su lado a aquella que supo tundarse con hombres, al no tener nadie que la defendiera. También el fué causa de la ley de hielo de gente que lo querían de yerno al haberse fijado en esa pelafustana que era yo, la que pensaba que no tenía porque ocultar lo que hacía, me vieron con tantos novios como mi soledad deseaba, y, de allí mi fama.
Siempre he pensado que uno debe guardarse algo para si y no contar todo lo que sólo a lo más íntimo de nuestro ser le pertenece. Si, deseaba irme a espinar, sentir el dolor de la clandestinidad y regresar satisfecha como regresaban todas aquellas de abandonar la carne en las pencas y que, por no hacer lo que ellas, me señalaron; y ahora que lo pienso, aparte de envidia por mi muy certera decisión, les incomodaba el no saberme vulnerable como ellas. Por eso su mofa de quererme enlodar como un objeto "Gracioso ornamento" sin lograr incomodar en lo mínimo a Jacinto, del que aprendí a ser realmente su gracioso ornamento.
Si, yo soy aquella descarada que se mostró a todos, la que dió de comer a las hambrientas, alguien les tenía que dar de comer, la que generosamente por su tan sin malicia se expuso y aquella que no hubo de abandonar las carnes en las pencas.
Adolfo Delgadillo Padilla
HIJOS
No puedo desaparecer tantito porque me andan buscando cuando en ustedes estoy.
¿Me extarñan tanto? No quiten mi fotografía de la pared, ponganla y hablen de mi, de lo mucho que les enseñé y aprendieron.
Uno no se puede ir en paz pensando que no hice bien mi trabajo: porque mi labor fue dejar hijos si, con sentimientos, que sientan mi partida, pero que al mismo tiempo estén fortalecidos de enfrentar la vida, que sepan que nada es para siempre, ni mi ausencia.
Así que a disfrutar, llorar, ayudar y ver para adelante; que mi presencia les refresque la memoria que ahí les dejé, no para arreglarle la vida al otro, pero si para apoyarlo, hacerlo sentir que provienen de una madre que te educó para que sean unidos. Compartan, que nada se van a llevar.
No me he ido, ni me he adelantado, pensar así es pensar que nunca estuve o los abandoné; estoy en los principios que les infundí, los cimientos, la moral, educación y en las nalgadas que les puse por por no ser disciplinados, pero por amor. Ya que ahora ya no hay niños educados como los eduqué a ustedes.
Platiquen conmigo, si, ya no les escucho ni les veo, gracias a Dios donde estoy no hay necesidad de esas cosas (celular, face, WhatsApp) que le hacen a uno perder el tiempo y por confort nos alejan cada vez más de los nuestros.
Pero, ¡porque siempre seré tu madre! encontrarán una respuesta allí donde les enseñé que está lo más sagrado de uno, Dios, en ustedes estoy.
Den gracias a Él que útil son, que manos tienen, ojos para ver todo un mundo de posibilidades y no se estanquen.
Sean visible al mundo y aprenda lo bueno de mí, no lo malo, si, porque fuí humana, una super humana que tuvo el poder de saber sus limitaciones.
No deseo que sus hijos y hermanos tengan doble duelo al irseles ustedes aparte de mí. Me fuí yo, no ustedes, no representen un doble duelo a su familia.
Ábranse a la vida, es toda suya, recuérdenme, rían, lloren, que de felicidad se llora y se muere de risa.
Yo, agradecida de tener unos hijos trabajadores que supieron decir también no y de ser buenos conmigo. Porque aunque duele, les dejé ir para que formarán su familia, les dí mi bendición. Y esa es la mayor libertad que les dí. El mayor regalo.
Los AMO.
Adolfo Delgadillo Padilla
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