¿Niño, Quieres un dulce? Con una voz susurrante, que me imploraba, sin
darme cuenta lo acepté; pero llovieron en esa cara angelical otras
tantas preguntas como: ¿Jugamos, Jugamos a la comidita, a las
escondidillas? Esas invitaciones no significaron mucho para mi, sin
embargo sin percatarme me minaron la inocencia, me la cobraron al paso
del tiempo con aquello que no tiene precio: mi dignidad, mi
tranquilidad, de la que todos gozaban excepto yo.
La confianza cesó y con azoro descubrí que tal vez, si no fue violentada y violada mi credulidad, si fue abusada, aprovechada.
Con estoicismo lo viví y me forjó este carácter que a muchos les
enfada, el que he amasado como un rompecabezas disperso y formado esta
vida surrealista de la que hoy por hoy me enorgullece. Edifiqué este
templo que muchos detractores tiene, esos infieles, los mismos que mi
cuerpo profanaron ¡Fuerte verdad! Y más fuerte escuchar que no fue el
vecino, el desconocido, fue el familiar; en el que debí confiar.
Necesité años, lágrimas, desencuentros y puse en jaque la unión
familiar, después de mucho tiempo, me lamí solo mis heridas. Curtido
estoy y ni un gramo de lo vivido lo expondré ni cambiaré, porque este
soy yo, así me sostendré.
Hoy las gracias ofrezco por "la cosa"... dicen ustedes que soy... de ser la creación perfecta de Dios.
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