La Revolución Mexicana creó múltiples costumbres y modus vivendi de los
mexicanos. Apenas unos años las abuelas acostumbraban a resguardar la
comida en cestas de paja y mimbre en lo alto de las vigas de las casas,
esto por las ratas; el cual nos obligaba a comer el pan duro con
chocolate de agua que mi abuelita para hacerlo más espeso le añadía
polvo de barro.
Muchas veces la comida se secaba o se echaba a perder, pero descubrían nuevas formas de reutilizar ese
alimento; por ejemplo: con el pan duro nos hacían capirotada, con la
tortilla dura chilaquiles y no dudo ni tantito que gracias a esa
costumbre salieron algunos chiles secos o la machaca.
La moda era tener remendados los pantalones y camisas con retazos de tela de colores, de zapatos cartones amarrados con mecate.
Ahora me pregunto ¿Cuáles ratas? Si en la Revolución a causa del hambre
las ratas por poquito se extinguieron y las monturas de los caballos,
cinturones eran comestibles.
El beber el propio orín a falta de agua.
¡Ay que tiempos aquellos cuando mi abuelita nos cocinaba con manteca!
Remojar los recuerdos donde la pobreza no era nuestra preocupación y el
tocar con nuestros pies desnudos esta tierra con perfume de barro,
bañarnos en los ríos vivos y no contaminados, acurrucarnos en el petate
(que era de todos) a escuchar las mismas historias y leyendas al calor
de una vela de cera y echar la imaginación a volar por las sombras y
distorsión de la luz parpadeante en las paredes y nuestras caras... terminábamos exhaustos arremolinados a las seis de la tarde para al
siguiente día.
Este movimiento no rompió el proceso capitalista, no
fue una lucha de los pobres contra los propietarios... sino una
contienda privada... por el poder. No unifico, fue un instrumento
ideológico manipulado (por el gobierno) contra sus enemigos... y las
presiones del exterior.
¡Qué más da! esta lucha me regaló los
recuerdos más felices de mi vida, lo impávido del tiempo y la eterna
felicidad que me da el recuerdo de mis risas en paz.
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