viernes, 3 de octubre de 2014
LA MUÑEQUITA
La Ciudad de México estaba limpia, los días contaminados quedaron atrás gracias a las nuevas energias descubiertas por la U.N.A.M.,extraidas del maíz, plantas y deshechos orgánicos. Susana caminaba por la parte peatonal que era más ancha que la consignada a bicicletas y vehículos. Tenia que ir a hacer unas compras a dos de los muchos centros comerciales, erróneamente llamados "malls" (porque estamos en México pero con esto de la globalización nuestra identidad está en amenaza) construidos en subterraneos -por eso de extenderse debajo de la tierra y no utilizar más espacio-.
Escuchó de un transeúnte exclamar: ese car-fly es del Secretario de Defensa y ese otro que viene por el oriente es de la hija -por cierto muy bella- del dueño de la fabrica de los coches voladores. Subió la mirada ¿cuánto tiempo llevaba desconectada por el ajetreo de su profesión y por su indiferencia al mundo, éste que a pesar de que estabamos en el año 2040 se le sigue señalando?
Percibia las miradas y deseo de los hombres y admiración de las mujeres o, la envidia y desconfianza que despertaba al pasar, a pesar de que se esmeraba, exactamente, de ser desapercibida.
"¡Cierre las piernas!" -ordenó la "miss" educada a la antigua a una niña en el salon de clases, (otra vez el anglosajismo). "¡Abra las piernas!" -con una regla pegándole a mi amigo Keneth, el cuál le conflictuo en su orientación sexual y a mi me resultó como un presagio en mi vida-. ¡A que tiempos aquellos! -suspiro Susana, ahora llamada Carolyn-, (tanto que se quejaba de los nombres extranjeros) por la exigencia de su trabajo.
Una tarde de verano de aquel año 2000 cuando sólo contaba con diez años, su abuelita, llegaba del mandado en un "mercado de sobre ruedas", (que ya no existen) les gritó a ella y a sus amigas Aida "la flaca" y a Sofia "la piojosa" -¡Órale pa' dentro, que tanto se la pasan rrollendole el culo a las vecinas!". Su abuelita que era como su mamá y de paso de sus amigas, aprendió a no temerle al abandono de los hombres cuando la escuchaba decir: ¡Pues se la encontrará más chichona, pero más lechona, no! Y con esta sabiduría popular familiar, creció ¡Y como creció!
Perdió la noción del tiempo, entró a un café que tenía un cristal donde le pareció ser la maniqui del escaparate; suspiró, miró lasciva a todo aquel que la veía, los enfrentó como en una confesión, con voz interior, pero firme y consciente. "Sólo les ruego no verme como lo que soy, ni como lo que jamás quise ser, más bien como alguien que ha sabido mitigar los anhelos frustrados del amor de otros y el propio".
Un día cumplió con su jornada, se dirigió al espejo y lo vio diferente, mas bien ella era otra. Regresó a su departamento, decidió simplificar su vida así como su maquillaje; salió sin disimular su atractivo y percibió el cambio en los demás.
Siempre se le quedaran grabados los dichos de su "ma' grande" - Las sirenas no abren las piernas para evitar a los pelafustanes-, pero yo las abrí porque aprendí a descamarme de la indigencia, de la ignominia e ineptitud; si no lo hubiese hecho así, hubiera muerto de inanición, aunque ahora esté resucitando de esta realidad de ser luciérnaga de la noche.
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