Le puse Oscar de coraje, por pura venganza, pero le cambié el nombre por vergüenza de haberle nombrado así, como a aquel sujeto despreciable.
Desde hoy te llamarás Chiricuto, que quiere decir "pinche perro puto", de cariño (todo mejor a el innombrable) Te costó trabajo acostumbrarte a que te llamara así, pero ni tanto, como que tampoco te gustaba el "apodo", porque para ti era eso; los perros no se llevan con ese tipo de sobrenombres. Seguro a los animales no les gusta llevar nombres de personas. Cada quien con lo suyo.
Tu compañero de juegos era el Klifas, un gato con cara de ratón, que al principio lo querías matar solo por no querer dañar tu reputación, pero de risa, porque de todos es sabido que tú no eras capaz de hacerle daño a nadie. Eso aprendí de ti. Respetar toda clase de vida. Te llevas tan bien con todos, que muchas veces quedabas mal parado porque les molesta tu exceso de entusiasmo al querer besar a todo el mundo, mandando al suelo a los más pequeños.
¿Te acuerdas cuando te hiciste amigo de un pato? Lo viste nadar, creíste que podías hacer lo mismo y, ¡zas! por poquito te ahogas. saliste del estanque tan molesto y hecho una sopa, que me dio la impresión que lo estabas culpando al pobre y le dejaste de visitar ¿Cuánto tiempo? ¡Un día! Porque no te duraba mucho el coraje. Eso también me gustó de ti. olvidarme y no casarme con los disgustos, que sólo son responsabilidad de uno.
Con tu semblante demostrabas la tristeza de no ver tan seguido como querías al Klifas ¿Cuántas veces te he dicho que los gatos son más independientes que nosotros. Te expliqué que, en tiempos de los faraones los gatos eran tratados como dioses y aún no lo han olvidado.
-¡Chiricuto, deja de rascar la tierra! -mi mamá enojada me llamó también la atención- ¡Bando, amarra a ese animal!
Lejos de enfadarme te puse la cadena y nos fuimos al monte, allí te dejé libre para que corrieras a tus anchas, mientras yo atrapaba chapulines para llevárselos a mamá para que los asara con chile, limón y nos los comiéramos con tortillas azules y guacamole. Tú no disfrutabas de este festín porque te ahogabas con las patas de los insectos.
-¡Uff, por esta vez me salvé de que me mandara a bañar!
-Hasta mañana Chiricuto.
-Guau, guau.
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