lunes, 25 de junio de 2012
ANTI SEMITISMO
No existe muerte más fehaciente que el morir siguiendo con un aliento de vida. Hoy por hoy deseo que mi materia en polvo se convierta, quiero dejar una huella de mi existencia. Me dirijo a ti madre, hijo e hijo del hijo de la madre, ahora que tejo en mi memoria las lágrimas del calvario y bordo el cielo desprendido de mi niñez, hilando las ilusiones robadas.
Recuerdo los cuerpos apilados, desfigurados sus rostros que no dejan ni siquiera la oportunidad de reconocer en ellos a algún amigo, conocido… familiar; mientras otros de igual manera se dirigen al mismo destino. Se deshila la vida e inútilmente la faz de cada uno, con una sonrisa (más a fuerza que de ganas) rellenar quisieran los huecos de su cara a causa de la inanición, de la humillación, del desaliento, del infortunio de haber nacido diferentes.
Con un derecho y un revés se forja por medios de símbolos; creencias, religiones, ideales, himnos e intereses desmedidos las guerras que tanta mella me han causado.
Soledad que respiro en un instante de esperanza, me vuelco a esta sociedad que consciente espero sea de mis ropajes remendados por las politiquerías que sopean la libertad de los seres humanos en un caldo de injusticias.
¿Perdonarlos, cómo? Si revuelta la madeja del futuro heredaron y la mirada en un punto de cruz, aislado, abandonada quedó, ida.
¡Soledad suelta los dolorosos colores “azul, gris” de mi memoria! ¡Despréndete de mí y préndete a ellos, en sus tumbas de los que insultan la vida aún después de muertos!
AMBROSIO
Ambrosio poco a poco se ha sacudido los prejuicios que mucho le han costado, empezó por entender que nada es para siempre, cuando su mamá le mostraba la evolución de una rosa hasta que se marchitaba.
-Recuerda hijo, todo ser vivo nace,crece,se reproduce y muere. -¿Esto también te incluye a ti mamá?- le preguntó con su miradita triste esperando a que ella le contestara “que no”.
Transcurrió el tiempo y pareciera que lo había leccionado para cuando ella faltara. Ambrosio era feliz y vivia en un mundo real, pero alejado de la maldad; creció con una espíritualidad que nadie de su edad poseía.
No podia entender la infidelidad, pero al mismo tiempo no la rechazaba, en su mente no cabía la posibilidad de que dos hombres se atrajeran, se enamoraran, por la educación que recibió. El disfrutar de la buena vida, del buen comer, de un satisfactorio viaje le causaba culpabilidad por sus seres queridos y, por lo tanto no disfrutaba al maximo.
Lloraba por ver llover, por ser rechazado, por sentirse amado; tenía una gran sensibilidad, tanto que contó que fué instrumento de un milagro. Un día con toda la seguridad del mundo le tomó la mano a una madre que estaba abatida porque a su hijo Saúl lo habían atacado y apuñalado, y le dijo: -No se preocupe, su hijo va a estar bien, confie en mí.
-¿Qué te da valor decir eso, por qué no mejor que confiara en Dios? – le refutó un amigo años más tarde del incidente cuando se lo comentó.
Meses después del encuentro con la madre de Saúl ( Ambrosio se enteró que la puñalada no fue una, sino 19 y allí es donde se cayó en cuenta que él no había hablado por si solo ), ella se le acercó esta vez y le tomó a Ambrosio de la mano, de la misma manera que él se la había tomado poco tiempo atrás y le dijo: - Chaparrito, desde el día que tú me dijisté que mi hijo iba a estar bien, yo te creí. Gracias.
Éste, ahora joven de 17 años llamado Ambrosio, fue descubriendo que tenía la capacidad de la premonición, practicandola sin lucrar ( bueno, ahora dice que siempre debe de recibir una moneda )
Y yo me pregunto ¿ Existirá algo de santidad en el ser humano perfectible como Ambrosio que ha aceptado el deseo hacia su mismo sexo, que no asume su fidelidad y goza con y de las buenas cosas de la vida, que se ha limpiado de lastres aprendidos como : el miedo, el temor a Dios, la culpabilidad y aceptado la muerte como un don y no como castigo?
SEPIA
Fue En la casa de Mariquita, la señorita de 73 años donde lo vio por primera vez, sus ojos se posaron en ese cabello grueso azabache, rasgos delineados, labios definidos, pero sobre todo en esas manos que no armonizaban con su edad aunque fueran tan hábiles para el trabajo como las de una persona adulta.
La casa de Mariquita es de construcción pretérita bien preservada, de techo alto, paredes gruesas y portones de madera macizos, las cenefas conservaban la majestuosidad de antaño: racimos de uvas, mangos, peras, plátanos y manzanas verdes seguidas de hojas de lechuga.
-El es mi abuelo por los años de 1900, apenas con 18 años cuando conoció a mi abuela, papás de mi mamá –me interrumpió Mariquita al mismo tiempo que me ofreció una ciruela rellena de nuez y cubierta de chocolate -¿Verdad que es bella la foto?-.
-Ya existían en ese tiempo las cámaras?
Dicen de la señorita Mariquita que es de raras costumbres, que las heredó de su abuelo “¿Cómo puede ser la gente tan mezquina? Ni que lo hubiesen conocido”
Con el pretexto de hacerle mandados mis visitas fueron más frecuentes y me tomaba tiempo para admirar la foto de su abuelo Don Lucio de cuando era joven. Mariquita discreta me dejaba admirando esa fotografía de color amarillenta, enmarcada con madera tallada.
No fue sorpresa para mi pensar en cada momento en aquel joven muy moreno que hasta en sueños sus parpados caían pesados por lo tupido de sus pestañas al sonreírme, mostrándome su marfilada dentadura perfecta.
Entenderán que la propina ya no era importante para mi, me bastaba con sólo ver la personalidad y los ojos de asombro que Lucio puso cuando le tomaron la foto; me imaginaba la calidez de sus manos, la tersura de sus labios, lamentaba el no haber vivido en esa época para tan sólo conocerlo.
-¿Señorita y a qué edad falleció su abuelo?
Pensativa me respondió – Fue un misterio su muerte, ya que murió al poco tiempo de haber nacido mi mamá; fue un secreto que ni mi abuela –dicen- supo a ciencia cierta.
Mi relación, mas que con Mariquita, fue con el retrato; ya me era familiar Lucio, lo sentía mío y me imagino, hoy me quiero imaginar, no en esta época, sino en una más distante; donde el flirteo, la mirada, el lenguaje “la pervertida oportunidad de ligar” sea ajena a lo socialmente permitido.
En la noche en mi ensoñar Lucio me ofrece su mano y yo le doy la mía, me convida de su época color sepia... y ya no volví a hacerle mandados a la señorita.
La casa de Mariquita es de construcción pretérita bien preservada, de techo alto, paredes gruesas y portones de madera macizos, las cenefas conservaban la majestuosidad de antaño: racimos de uvas, mangos, peras, plátanos y manzanas verdes seguidas de hojas de lechuga.
-El es mi abuelo por los años de 1900, apenas con 18 años cuando conoció a mi abuela, papás de mi mamá –me interrumpió Mariquita al mismo tiempo que me ofreció una ciruela rellena de nuez y cubierta de chocolate -¿Verdad que es bella la foto?-.
-Ya existían en ese tiempo las cámaras?
Dicen de la señorita Mariquita que es de raras costumbres, que las heredó de su abuelo “¿Cómo puede ser la gente tan mezquina? Ni que lo hubiesen conocido”
Con el pretexto de hacerle mandados mis visitas fueron más frecuentes y me tomaba tiempo para admirar la foto de su abuelo Don Lucio de cuando era joven. Mariquita discreta me dejaba admirando esa fotografía de color amarillenta, enmarcada con madera tallada.
No fue sorpresa para mi pensar en cada momento en aquel joven muy moreno que hasta en sueños sus parpados caían pesados por lo tupido de sus pestañas al sonreírme, mostrándome su marfilada dentadura perfecta.
Entenderán que la propina ya no era importante para mi, me bastaba con sólo ver la personalidad y los ojos de asombro que Lucio puso cuando le tomaron la foto; me imaginaba la calidez de sus manos, la tersura de sus labios, lamentaba el no haber vivido en esa época para tan sólo conocerlo.
-¿Señorita y a qué edad falleció su abuelo?
Pensativa me respondió – Fue un misterio su muerte, ya que murió al poco tiempo de haber nacido mi mamá; fue un secreto que ni mi abuela –dicen- supo a ciencia cierta.
Mi relación, mas que con Mariquita, fue con el retrato; ya me era familiar Lucio, lo sentía mío y me imagino, hoy me quiero imaginar, no en esta época, sino en una más distante; donde el flirteo, la mirada, el lenguaje “la pervertida oportunidad de ligar” sea ajena a lo socialmente permitido.
En la noche en mi ensoñar Lucio me ofrece su mano y yo le doy la mía, me convida de su época color sepia... y ya no volví a hacerle mandados a la señorita.
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