No me diste tiempo para amarte lo suficiente en esta escacez de sentimientos rotos.
De confusión desenfrenada que se agolpaba inmaduro en mi joven corazón.
En la brevedad líquida del tiempo te escapaste sólida en lágrimas secas e inexistentes.
Me quedaron fragmentos nítidos que se disiparon en el olvido silencioso de dolor.
En la dimensión eterna del instante absorbido por deseos imparables de lo desconocido.
Del secreto que guarda la intriga y el misterio de vida que envuelve a la muerte.
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