MIS COMPAÑEROS DE VAGANCIA
Caminar por el mundo y comer la tierra que uno vaga de niño con unos zapatos descaradamente con agujeros en cada uno de ellos sin preocuparme, solo por la burla.
Con mis eternos compañeros de andanzas descubría lugares lejanos a mi corta edad; no quería separarme de ellos. Aún recuerdo cuando los estrené, no quería que nada los ensuciara, a cada instante los limpiaba levantando mis pies hacia mi pantalón o si alguien me los pisaba me enmuinaba y los lustraba con mis dedos y un poco de saliva.
Cuando llegaba el momento de comprarme zapatos nuevos, comenzaba a extrañarlos y a la vez me ponía feliz por estrenar y presumirlos, tanto que parecía ponerles voz para gritar a las personas "¡Miren, son nuevos!" porque no siempre se podía darse el lujo uno de estrenar.
Oh agridulce nostalgia que me remontas a momentos felices de recuerdos que solo volverán de vez en cuando.
Las lágrimas brotan por la añoranza y me liberan del sentir de querer regresar mi pensamiento de mis seres amados, el de mi amada madre que no se qué sacrificios pasaba para calzarme; el no entender porque en reyes los juguetes brillaban por su ausencia y aparecían: calzones, calcetines, zapatos, un pantalón y solo un sencillo juguete.
Con una luna que es la misma pero distinta en otro día. Ya nada es lo mismo pero es mejor por la madurez que me hace entender ahora lo que no podía comprender pero que no me importaba porque de todos modos yo era un niño feliz y ahora puedo decir, agradecido.
El tener, el deber y el querer son distintos y yo tenía, debía, aunque no querría luchar por lo que deseaba. Quizá por eso siempre he disfrutado al máximo y presumido sin alardear lo logrado.
Te cuento que en la iglesia donde era monaguillo nos daban periodiquitos a vender para construir la nueva basílica de Guadalupe, en mi peregrinar pasaba por un bulevard y veía un avión, mi curiosidad y afición a los aviones me hizo acercarme, subí y me dirigí a la cabina y comencé a jugar a volar. Ese avión lo habían convertido en cafetería. Con el excedente que me regalaban los que me compraban el periódico y también con lo que pedía para comprarme algo que comer, corría al avión a pedir un delicioso helado.
¡Ay qué recuerdos! Al día de hoy nada anhelo más que la compañía de quienes quiero aunque algunos se hayan ido. Los quise aquí, los sigo queriendo allá. Me ganan las ganas de traerlos pero basta con el pensamiento porque se que conmigo se quedaron. Evoco esa etapa sin poder reprimir unas lágrimas que no quiero detener al entender que nada es más valioso que: el amor, la sencillez, la salud que da vida y algo muy importante que se pierde con el paso de los años... La ingenuidad, la frescura y la impresionante facilidad de olvidar los desaires.
Por ésto hoy me voy a volver a poner mis zapatos de niño porque tengo la madurez que da la libertad de retomar lo perdido que tantas cosas a ganar me dieron.
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