viernes, 9 de septiembre de 2022

COMPLICIDAD

 


La nube que despedía el cigarro del conde desdibujaba el ambiente de la sala mientras Carmina, discreta con su pañuelo bordado finamente, se lo llevó a los labios después de beber un poco de su té en esa delicada taza de porcelana adornada con filamentos de oro y hojas de un verde seco.

- Estas pastisetas están deliciosas -extasiada por el sabor dijo Mía-. ¿Decía Carmina que son de limón con...?

- Limón con amapola, las hace Gertrudis la cocinera, es un estuche de Pandora.

-Me subiré a descansar antes de partir- con los ojos cansados por el cigarro y el whisky, apenas se despidió el conde.

Ya en ausencia del conde, Mía y Carmina en una complicidad con el silencio, que solo una buena amistad entiende.

El ambiente ya no se tornaba turbio por el humo, ahora la bruma del día frío y la mirada insistente y discreta de Mía a los labios granada de Carmina en un trance de ociosidad en el silencio y la tenue luz de una lámpara que hacia aún más íntimo el momento.

-Ya vinieron por mi- rompió el agradable silencio Mía- vengo si usted me lo permite a hacerle compañía ahora que el conde se ausenta.

Carmina siempre propia, delicada, extiende la mano a Mía -Usted siempre es bienvenida.

La amistad nació en una reunión de beneficencia cuando ambas coincidieron en querer tomar un juego de copas de cristal checoslovaco.

Mía era desinhibida, mientras en Carmina contrastaba su escandalosa belleza con su sutil candor.

Caminaba meditabunda Mía por Bond Street, la zona exclusiva de Londres. Los escaparates no eran atractivos para ella ¿Qué le llevaré a Carmina que no tenga? Si todo tiene, se dijo a si misma. Ya sé, le llevaré un arreglo de flores que es lo único que podría competir con su belleza, le diré que son para la tetera que utiliza como florero encima de una mesita de caoba que adorna una esquina.

- Gertrudis, haz por favor las pastisetas de limón con amapola- "Quiero agasajar a Mía, deseo que nunca me olvide con la esquisitez de estas galletas. Una receta de mi tia abuela cuando estuvo en Vietnam''- pensó para sus adentros.

Sonó la campanilla, el corazón de ambas, sin saber la una de la otra, sus corazones palpitaron, estaban conectadas por el mismo sentimiento que no se atrevían a expresar, pero sabían que al no rechazarse mantenían la llama de la pasión que cada una creía particular.

El discreto flirteo que no se deja exponer es visto como una delicada expresión de una gran amistad.

Lo sabían y lo gozaban, eran diametralmente distintas pero con la misma ilusión de llegar a ser la una para la otra en la discreción que la sociedad exigía.

Tarde llegó el conde. Ya todo estaba implícito en el galanteo femenino, pero pasó desapercibido para el caballero noble, el cuál fue un respiro para su ajetreada vida y que no podía atender a su joven, cándida mujer como quizá él hubiera deseado.

El darse una vida con gustos y holgura no era fácil, el tiempo apretado tampoco dió espacio para atisbar siquiera el florecimiento del más puro sentimiento que pudo ser vivido en la complicidad de dos bellas de dos bellas damas.

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