Las cosas ya no son iguales, el tiempo ya no rinde como rendía hace mucho. La gente era distinta, se daba tiempo para hacer las cosas, ahora el tiempo no te rinde.
Los amaneceres, atardeceres y noches eran eternas como para poder disfrutarlos y crear poemas, canciones, enamorar, pasar tiempo con la familia y tomar una siesta.
Todo ahora es un correr y lo que puede llegar a tiempo es un ataque al corazón por el trajín, la presión y angustia, en este tiempo llamado "stress"; y ¿Para qué? No terminamos de hacer las cosas. Recuerdo a mi mamá que se daba tiempo, aunque quizá no lo tuviera, con una actitud parsimoniosa, de llamarnos "Ven, te voy a espulgar". Colocaba nuestra cabeza en su regazo y comenzaba para mí, a hacernos piojito y no nos los hacía, ya los teníamos. Eso era algo que a muy pocos nos causaba placer, tener piojos o liendres porque éramos acariciados por las manos suaves y amorosas de mi madre.
Todo en antaño era placer para mí y mis hermanos cuando llegaba la noche eran risas, bromas y nada nos molestaba ¿Cómo iba a molestarnos si frente a nosotros teníamos un pocillo de peltre o una taza de plástico lleno hasta el tope de café con leche y no pocas veces se nos desbordaba por las cucharadas de azúcar que le añadimos y una concha de chocolate?
Vivimos con la creencia de las brujas, los fantasmas, los príncipes y princesas donde el bien siempre triunfaba.
Hoy me he dado por rescatar esos momentos, esa paz y los encuentros con mis hermanos, pero sobre todo conmigo.
¡Cómo extraño a los piojos y los cafés con leche!
Adolfo Delgadillo Padilla
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