sábado, 23 de julio de 2022

LA VIDA SENCILLA DE UN HOMBRE ADMIRABLE



Era imposible competir con su personalidad a pesar de su modesta vestimenta. Su adorno fueron los libros, al caminar sudaba a piel y a página recién leída.

Encontró una manera de no gastar en flores, las disecaba y sus arreglos con ellas resultaban maravillosos y le daban un toque fantástico a esos rincones de su casa.

Cuando era niño su inmensa curiosidad lo llevaba a lugares que otros de su edad no se atrevían a descubrir, como hurgar en los nidos de los buhos y sorprenderse de esa enigmática e hipnotizante mirada que abarcaba todo el mundo redondo y todo un horizonte. En esa mirada cabía la miel de la flor, el fuego y la noche.

Quizá sin saberlo eso fue en su vida un presagio porque no concluyó una carrera universitaria pero su erudición era envidiable.

Llevaba una vida admirable con un presupuesto limitado, compraba en bazares: tapetes, cuadros, cristalería. Su casa era austera pero de buen gusto y acogedora.

Pasado el tiempo encontró como ganarse la vida y pasarla cómodamente. 

El curso de los años le arrebató amigos y fue quedando solo. Al principio se jactaba de su envidiable estilo de vida que le dió una salud inquebrantable e hizo gala de una temperancia en sus hábitos de comer, descanso y pasatiempos; pero comenzó a sentir la soledad y el abandono de sus amores filiales.

La inteligencia muchas veces se congestiona en uno y no es capaz de encontrar a una edad avanzada el rescatar los recuerdos para seguir viviendo, de soñar con esos ideales que se vivieron y que aunque ya no estén le pertenecen a uno.

El rayo matinal que entra en esos ventanales no es suficiente para encender el ánimo de una persona que ha perdido las intenciones de seguir vivo.

Los colores se han vuelto opacos, los muebles cenizos, languidece todo al unísono de quien un día les dió vida.

Se despidió apagando la luz de sus ojos y brindó su último suspiro en un signo de gratitud.


Adolfo Delgadillo Padilla

miércoles, 20 de julio de 2022

¡CÓMO EXTRAÑO!

 


Las cosas ya no son iguales, el tiempo ya no rinde como rendía hace mucho. La gente era distinta, se daba tiempo para hacer las cosas, ahora el tiempo no te rinde.

Los amaneceres, atardeceres y noches eran eternas como para poder disfrutarlos y crear poemas, canciones, enamorar, pasar tiempo con la familia y tomar una siesta.

Todo ahora es un correr y lo que puede llegar a tiempo es un ataque al corazón por el trajín, la presión y angustia, en este tiempo llamado "stress"; y ¿Para qué? No terminamos de hacer las cosas. Recuerdo a mi mamá que se daba tiempo, aunque quizá no lo tuviera, con una actitud parsimoniosa, de llamarnos "Ven, te voy a espulgar". Colocaba nuestra cabeza en su regazo y comenzaba para mí, a hacernos piojito y no nos los hacía, ya los teníamos. Eso era algo que a muy pocos nos causaba placer, tener piojos o liendres porque éramos acariciados por las manos suaves y amorosas de mi madre.

Todo en antaño era placer para mí y mis hermanos cuando llegaba la noche eran risas, bromas y nada nos molestaba ¿Cómo iba a molestarnos si frente a nosotros teníamos un pocillo de peltre o una taza de plástico lleno hasta el tope de café con leche y no pocas veces se nos desbordaba por las cucharadas de azúcar que le añadimos y una concha de chocolate?

Vivimos con la creencia de las brujas, los fantasmas, los príncipes y princesas donde el bien siempre triunfaba.

Hoy me he dado por rescatar esos momentos, esa paz y los encuentros con mis hermanos, pero sobre todo conmigo.

¡Cómo extraño a los piojos y los cafés con leche!


Adolfo Delgadillo Padilla

miércoles, 6 de julio de 2022

ENTREVISTA

Entrevista en el INER Instituto Nacional de la Radio. Solo toquen y les abrirá en Spotify, si no lo tienen lo pueden descargar.

https://open.spotify.com/episode/1sMq4saUrnmRei1yCCtrKC?si=YdA11CAGTXS47oMLpxcyCA&utm_source=whatsapp