miércoles, 20 de abril de 2022

PARA MUESTRA, UN BOTÓN

 


¡¡No vino Pedro al entierro de su mujer!!

Esa manera de su madre de ver la aguja ajena en un pajar.

-¡Mamaaá!- Arturo, su hijo menor codió a su madre llamándole la atención.

Efectivamente, su tío político esposo de la prima de su mamá en un gesto de siempre llamar la atención, no asistió. El tío un fotógrafo de novias un día estando en la terraza le dijo a su mujer -¡Quiero el desayuno en la terraza!

-Pero no están las criadas- y ella tuvo que bajar los tres pisos y volver con una charola, subiéndole el desayuno al hombre que de pronto tuvo esa ocurrencia de desayunar en la terraza.

La tía, siempre con el semblante triste murió muy joven, quizá por la violencia pasiva que padecía por parte de ese engreído.

Arturo en una reunión con unos amigos, muchos de ellos sobrinos de políticos con cuentas mágicas descomunales ¡En dólares! Y otros de padres con empresas le hicieron, en un gesto de amistad, una donación de $1000 ya que él al parecer no pertenecía a ese círculo de millonarios, Arturo ofendido, pensó que la donación debería, dadas las capacidades monetarias de sus amigos la cifra podría ser de varios ceros de más, les contesto -¿Y qué, con esto puedo ya comprarme unos rollos de baño? Todos se quedaron estupefactos, se miraron unos a otros y jamás le volvieron a hablar.

Con el tiempo Arturo se volvió, quizá sin darse cuenta en un tacaño, avaro al no aprovechar y disfrutar el dinero que su padre le dejó en una cuenta a plazo fijo cuando el tenía 18 años. Ahora él con 79 sufre las carencias de una pensión mínima y en una plática recuerda, cuando jamás mencionaba estás anécdotas.

Una de ellas cuando su madre vio a la novia de Arturo abrocharse el botón del hombro de su vestido; eso bastó para que toda su vida le reprochara a su hijo "¡El botón del vestido!" Arturo ya no le respondía lo que un día le aclaró: "Se lo abrochaba porque se le desabrochó mamá".

Una mujer espantada de tales sucesos pero que estaba acostumbrada a querer tener relaciones sexuales con sus hijos pero Arturo tajantemente le puso un alto "¡Conmigo no!" Porque sabía que con su hermano si.

Hay vivencias que te marcan y muchas veces por no poderlas hablar, a la larga resultan un parte aguas en tu vida. La amargura, falta de prudencia, cortesía, ingratitud, el no saber poner límites y el tomar decisiones muchas veces terminan por gobernar nuestra personalidad.

¿Nosotros de qué adolecemos?



lunes, 11 de abril de 2022

LA FUERZA DE LA SANGRE

 


Llegó la festejada, se sentó, no en el sillón vacío ni en una de las muchas sillas; no. Decidió sentarse al lado de la mujer que la recibió con gusto. Se saludaron y amenamente comenzaron a socializar de una manera tan natural que a los presentes nos impresionó.

- Bienvenidos a todos, ésta es su casa -dijo Felisa, la festejada dueña señora de esa casa construida con piedra volcánica.

- Muchas gracias - respondió Lola la madre de Fernando y tía de Margarita.

Nosotros solo nos quedó el vernos al tiempo que yo admiraba los recuerdos antigüos de carpetas bordadas en punto de cruz, adornos de cristal de roca, vajillas de porcelana acostumbradas a solo ser vistas y admiradas pero ahora, jamás usadas.

-¿Ya tienen hambre?- interrumpió Margarita dirigiéndose a las dos mujeres que platicaban muy amenamente.

Y las dos mujeres con una sonrisa discreta respondieron al unísono "no". Ellas estaban tan cómodas en su charla, pareciera que tenían muchas cosas que contarse.

Felisa como siempre elegante, ataviada con un collar de coral, aretes, pulseras y anillos expresaba cada oración con las manos que denotaban una gran feminidad, mientras Lola muy atenta asentía con una mirada al recuerdo de lo lejano, se quedó dormida.

Ahí estaban las dos, una respetando el silencio de la otra hasta que Lola volvió a la plática mirando a su orgullo, su hijo. -Mire, es muy responsable- de esa manera volvió a abrir la plática. Felisa tomó su caballito de cristal y nos conminó a todos -Salud, con vino,  agua o nada, salud, el chiste es brindar porque en esta vida hay que celebrar.

Frente a ellas estaba un mundo a sus pies, sin preocupaciones ni prisas del tiempo.

Alguien dijo: Si hubiéramos sabido que iban a terminar así, las hubiéramos amado siempre.

Todo va al olvido, el pasado quedó allá en donde los recuerdos no alcanzan y en un lapso de extravagancia entre dos hermanas que en su razón no pudieron conciliar.

Nada, solo la ofuscación fue capaz de reconciliar la soberbia y el resentimiento, retó al "tiempo al tiempo" lo que era imposible ver, a esas dos hermanas incompatibles unirse en un soliloquio compartido e incomprendido para ellas mismas.

Si hubieran sabido que en su delirio ya avanzado se dirigirían la palabra, quizá habrían ahorrado a sus más íntimos la amargura de sus corazones.


Adolfo Delgadillo Padilla