viernes, 27 de septiembre de 2019

AISLADO



En las sombras de mi carcel, mi imagen se vislumbra sin libertad de llorar, sólo para sembrar espinas en mi jardín de cada sueño, para reír desquebrajado para tan solo dejar mi locura a mi lado.
Cada día a fuerza de voluntad de engañar a mi razón prefiero regar mis esperanzas en este mundo desolado que seguro tiene por ahí, por esa rendija y al final un halo de luz de esperanza.
Me asombro, me espanta, me horroriza la actitud de la gente que me tiene acorralado con su ignorancia, con su deshumanización porque se ha vuelto bestia y con la posibilidad de volverme bestia también.
Corro, me escabullo, huyo; no quiero ser uno de ellos pero al fin y al cabo debo volverme como ellos porque si no me comen.
Hoy me vestí de sonrisa, es la mejor prenda y lo mejor que se me ve puesto, salgo de mi departamento, el único lugar donde me siento seguro, bueno, a veces. Las casas de mi barrio están tan cercanas que miras por medio de las ventas de la vecina; se escuchan los sonidos que hacen las cucharas al plato, los ladridos de los perros y cuando los esposos se sienten enamorados y, aún así por la paz que aquí habita, suele suceder que los vecinos mueren de edad avanzada sin haberse visitado toda la vida.
Me cambié a una mejor zona para no juntarme con la chusma y ahora, en las sombras de mi status, dejo mi locura a mi lado y pocillo de peltre morado vacío.

Adolfo Delgadillo Padilla

LA SEMILLA DEL OJO



Me ahoga mi lágrima por la impotencia de no saber cómo ayudarte.

Mi lágrima basta para dejarme fértil o seco en este mar de sentimiento.

Una lágrima mía basta para vaciarme o llenarme de esperanza.

Vaciarme de tí, de mi propio yo, de lo contaminado de mi ser.

Mi lágrima es inmensa en mi pequeño corazón y tan pequeña por mí amor... por tí.

Le ruego a mi lágrima que antes que a tí me ayude a mí.

O que se parta en dos para que nos ayude a los dos.

Porque una lágrima partida es un dolor dividido o una alegría compartida.

Adolfo Delgadillo Padilla