sábado, 31 de agosto de 2019

LO VÍ Y SE QUEDÓ



Lo ví y cuando lo tuve se esfumaron mis sueños, esos sueños que me hacían sentir más vivo que cuando despierto estaba; el sudor, la agitación, la excitación, ¡que maldita sea! no lograba mantenerla hasta el clímax, sólo cuando aún adormilado y despierto la continuaba.
Era un tormento que me duraba uno, dos días hasta que mi fantasia no daba a más.
Yo no podía estar viendo mal ni me podía dar el lujo de imaginarme cosas que no podrían ser, pero si mi inconsciente no me traicionaba; él me miraba, me invitaba a desnudarlo, a que mis dedos de cera se derritieran en el mismo instante de mis deseos.
Un día fantaseaba con su cuello queriéndolo tomar como a una copa de vino, posar mis labios y subirlos trémulos hasta beber su espíritu mismo. Otro día anhelaba sus piernas como si fueran tenazas que me detuvieran en él mientras me perdía en el aroma fresco a sandía de sus cabellos cortos ¡Oh Dios, loco me iba volver, todo existía en mi imaginación creativa por hacerlo mío, por ser yo de él!
Cuando oportunidad había de seducirlo con unas cuantas palabras mi emoción me jugaba una mala pasada y en los brazos oníricos de mi pasión volvía.
Un día otoñal él rompe el silencio que parecía imposible pudiera dar, yo no, lo podría ofender y eso era lo que menos buscaba yo.
Lo ví y cuando la tuve se esfumaron mis sueños para dar paso a una realidad de la que no quisiera despertar.

Adolfo Delgadillo Padilla

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