Pedro Escobedo, Querétaro. Casa de la familia de Petra.
-Hey, date la parada- con ternura la mamá de Petra despierta a su hijo menor Efraín- por quedarte embobado viendo el cielo, tumbado en el pasto, no te metiste temprano a la cama.
-Mhj-encamorrado- ¡Mamá, el lagañas por tanto lengüetazo que medió, toda la cara la siento pegajosa y no me permitió ver la lluvia de estrellas.
-Apúrate a ayudarle a tu papá a ordeñar a la “Alambres” y a la “Europa” (así le llamaban a la vaca más pequeña por sus pestañas y a la más grande por sus manchas en forma de mapa) para que te bañes, desayunes y te vayas a la escuela.
-Hoy es sábado, no hay clases.
- ¿Dónde tengo la cabeza? Traumada quedé con lo dura que era tu hermana Petra para levantarse ¿Qué será de ella, seguirá trabajando con la misma señora?
México D.F., casa del joven Ignacio y a veces del novio en turno, donde trabaja Petra (ya no con la señora)
Petra es la muchacha que ayuda al quehacer de mi casa, ella es joven, complexión delgada y muy alegre, diría locuaz. La cual cambió su entretenimiento de ver la bóveda celeste por los muchachos más chicos que ella, de su misma edad y un poquito más grandes, la Petra no discriminaba.
A las ocho de la noche salía echando tiros con lo mejor que tenía “su coquetería” toreando a toda la chamacada del barrio y de otros más alejados –ya que su fama se extendió-.
-¡Hoy no hay caldo, hoy no hay caldo!- Jocosa se les escabullía hasta terminar de darse “piquitos” con dos que tres jovenzuelos, ( ya los hubiese querido para mi, pero me faltaban las trenzas ) que ella al final escogía.
-¡¡No Petrita, no seas así!!- los galantes adolecentes (uno que otro lagartón, no) se esforzaban por ser uno de los elegidos y poder apagar el fuego que sólo ella podía bajarles.
-¡Petra!- Yo le llamaba para darle indicaciones.
-¡Ay joven! yo no me llamo Petra, mi nombre es Rubí. Y en Rubí se caracterizaba.
-¡Rubí!
-¡Ay oiga, yo no me llamo Rubí, mi nombre es Esmeralda- Y cuando me había acostumbrado en llamarla así:
-¡Esmeralda!
-¡Ay joven, ahora mi nombre es Italia! Con esta personalidad, inclinada caminaba, cual torre de Pisa.
En el jardín del joven Ignacio.
-“¡Qué raro, hoy Petra no salió!”
La costumbre de ver las estrellas, (cuando el clima de la ciudad lo permite) la retome gracias a… ¿Italia? ¿Perla?, que me contaba que en su pueblo Pedro Escobedo se ven cerquita. Me permití ir más allá del poder de un telescopio, de mi imaginación; besar las estrellas, vestirme de galaxias, bailar entre sus coloridas nebulosas y dejar besarme por ellas, que como ojos tenga luceros y mis sueños sean tan libres como su hermano (que por él, ella aprendió a ver la noche) Efraín y como…
-¡Italia!
-¡Ay oiga, cuántas veces le he dicho que yo no me llamo Italia. Mi nombre es Petra!
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