Si te olvido, me olvido.
Mejor te recuerdo quedito.
Cada vez que nos peleábamos mis hermanos y yo íbamos a acusarnos con mi mamá y ella siempre nos consoloba diciéndonos "Dile que se va a morir de viejo/a".
Yo, no entendía del todo esa frase, pero si mamá lo decía, era un castigo de verdad. Así cada vez que me peleaba con mis hermanos les decía "Te vas a morir de viejo" y les fruncía la nariz y les sacaba la lengua.
Ahora entiendo la terapia de arreglar los pleitos, los desacuerdos, los enojos, las pataletas entre mis hermanos y yo que, en vez de castigo "Te vas a morir de viejo" era una bendición.
Claro, el tiempo pasa y ahora las palabras pasan de esa a otras más fuertes y quizá ya no veamos muy convencidos esa sentencia cuando has llegado a viejo, porque, pues ya nada es igual. Sin embargo siempre, a pesar de que ahora las discusiones son diferentes es una bendición llegar a viejo, ver y conocer a quien no existía, conocer nuevos lugares, disfrutar infinidad de momentos hermosos, si, otros no tanto pero, aprender de ellos.
Ahora que han pasado los años he disfrutado más esa frase y otras como "Como te ves me ví, como me ves te verás", me he dado tiempo de preguntarme ¿Cómo fué la vida de niño de mi papá? Y me la imagino para entender muchas cosas.
Ese recuerdo de mi mamá hace que la viva con más intensidad y decir qué, nos lo cumplió, ahora Cata, Martha, Aida, Vicky, Toñin (porque sigue siendo nuestro hermano chiquito) y Yo llegamos a viejos.
No sé a quién de nosotros no se nos ocurrió, enojados, seguirle diciendo esa frase mágica a nuestro hermano Miguel, porque él si que no llego a viejo, pero me consuelo que si llegó a ser un ángel en nuestras vidas.