El día está lluvioso, llego al café, su cristal está adornado con lágrimas de cielo, pido mi bebida habitual, sorbo a sorbo miro el pasar de la gente afuera con sus paragüas. Amanecí nostálgico porque otra vez no veré a mis amigos, tal vez salieron de viaje; bueno, hoy estoy solo aquí en espera de que alguno aparezca.
Trizas se hace las gotas en el adoquín de la banqueta, en mil cristales se dispersan, en escarchas cuelgan de las hojas de los árboles y de cada uno de los arbotantes que alumbran mi ciudad.
Me remonto al café de antaño de mi pueblo, en las tardes de lluvia, frío, de verano, que invitaban al ocio, al encuentro social, al amoroso; mi amor allí te conocí. En cada trago de café añoro tus labios y continuo esperando porque ya se me pasaron las horas, los días, los años; mis canas, bueno, ya sin canas.
Hoy no veré a mis amigos en mi café de las tardes, ni a ti tampoco, los llamaré por su nombre. . .mi café frío, bueno, ya ni frío, ya no hay.